1+1=?
Nota: 9
Lo mejor: todo.
Lo peor: es preferible informarse un poco sobre la historia del Líbano antes de empezar a verla.
La primera secuencia de la que somos testigo en Incendies es la de una palmera mecida suavemente por la brisa en un páramo. Lentamente, la cámara retrocede y caes en la cuenta de que esto ha sido rodado desde la ventana abierta de una habitación. Falsa sensación de libertad. Y ahí no eres consciente, pero ya no hay marcha atrás. Comienza a sonar débilmente el tema You and whose army de Radiohead mientras el objetivo explora sin prisa el interior del cuarto y ante nosotros aparece la imagen de unos niños cabizbajos, sucios, resignados a un mutismo contagioso. Unos soldados les están rapando la cabeza. No sabes exactamente qué pasa pero sientes el horror flotando en la atmósfera, y eso es grande. Y por fin, el zoom acercándose hasta lograr el plano detalle de uno de los niños mirando fijamente en silencio a cámara. El silencio de la vergüenza, del odio contenido, de la impotencia. Así comienza el último largometraje del canadiense Denis Villeneuve (Polytechnique, 2009, Next Floor, 2008), basado en una obra de teatro de Wajdi Mouawad.
“La muerte nunca es el final de una historia” le advierte el notario (Rémy Girard: Las invasiones bárbaras, 2003) que se ocupa del testamento de su madre a Simon. Y en efecto, es precisamente cuando muere la protagonista Nawal Marwal (Lubna Azabal), que sus hijos Simon (Maxim Gaudette) y Jeanne (Mélissa Désormeaux- Poulin) comienzan la búsqueda de un padre y un hermano cuya existencia hasta entonces era desconocida. Vamos vislumbrando poco a poco el pasado de Nawal mediante un montaje que incorpora la conjunción de flashbacks continuos e insertados en un guión ágil y bien organizado que nos presenta simultáneamente dos viajes que culminan en una metáfora de la completa falta de entendimiento entre oriente y occidente: cuando sus hijos vuelven a Líbano se sienten absolutamente fuera de lugar. Nos muestra dos generaciones diferentes, con la visión y las circunstancias de cada una: una historia de dos viajes en la que un pasado atroz y desesperanzador se entrecruza con un presente en el que ya sólo quedan las cenizas de lo que un día ardió.
La puesta en escena se amolda al relato logrando un juego entre dos de los cuatro elementos clásicos griegos: el fuego (a lo que nos remite el título y el pasado de la protagonista) y el agua; entendida como motivo visual que adquiere aquí un significado especial. Con frecuencia, un medio acuático en el cine denota la detención del tiempo, un lapso temporal sufrido por un personaje, como el que sienten los gemelos al zambullirse en la piscina tras descubrir dónde nacieron; una especie de vuelta en busca de consuelo al líquido amniótico de la barriga maternal. En este sentido, tampoco es de extrañar que el mayor giro argumental del filme se produzca mientras Nawal está nadando en una piscina pública y salga de ella como quien se despierta de un coma para darse de bruces con la realidad; una terrible verdad que había tenido siempre frente a ella pero no había sabido descifrar correctamente.
Villeneuve analiza el riesgo, a veces inevitable, de adscribirse mecánicamente a una ideología que justificaría el papel del individuo en el mundo ya sea por salvar el pellejo o por calmar su ansia humana de pertenecer a un colectivo; que indudablemente hace más mella donde hay pobreza y falta de educación, en definitiva, donde no hay nada que perder. Nos advierte del peligro de aleccionar mediante el dogma. Nos sugiere que la capacidad de perdonar es una cualidad humana necesaria para poder afrontar un trauma como el que le toca soportar a Nawal. Una experiencia espantosa enmarcada en una época de confusión, de miedo, de violencia, de muerte: ni más ni menos que la guerra civil libanesa (1975-1990) entre bandos ateos, cristianos y musulmanes. Unas cuantas vidas insignificantes y truncadas por un destino injusto provocado por un conflicto bélico más para añadir al registro de la historia, con el pretexto irrefutable por delante de la religión, de la guerra santa.
Incendies es una película que desgarra, que hace daño. Su energía radica en unas imágenes impactantes llenas de intensidad, en una historia muy dura y perfectamente adaptada al medio cinematográfico y en un reparto excelente que complementa todo lo demás. Sentimientos como la violencia, el dolor, el rencor y el odio nos acompañan y no nos sueltan durante todo el metraje. Somos partícipes de los hilos del azar jugando con los mortales. Su director no se posiciona a favor ni en contra de ningún bando sino que mantiene una actitud neutral mientras rastrea la memoria histórica de un país como Líbano a través de una narración – ficticia en principio – tan verosímil que asusta. Merece la pena verla.
6 COMENTARIOS:
Me has dado ganas de verla ahora mismo. Habrá que ponerle solución. Y que bien escrita está la crítica felicidades!
Bua, un pedazo de 9, esta me la apunto, ya era hora de disfrutar de calidad en la cartelera, porque vamos, vaya panorama veníamos teniendo. Y sí señor, gran crítica.
Esta película está basada en una obra de teatro que es de lo más impresionante que he visto en mi vida sobre un escenario. La película está muy bien, muy bien trasladada (aportando mucho del lenguaje cinematográfico) pero es que la obra me marcó especialmente y ese sentimiento era imposible de igualar. Pero aún así, una recomendación 100%
Hola Doolber_Dup:
¿Dónde viste la obra? Supongo que no será posible ver un trozo en youtube. Si es así comunicanoslo.
Hola Laura,
Incendies es impresionante! Me gusta desde el principio en plan Ciudano Kane donde una muerte de alguien que guarda secretos marca el resto del metraje hasta la sorpresa final.
Muy buena crítica
Un abrazo
Bueno, como doolber dup no me ha contestado os diré que sí hay extractos de filmaciones de los distintos montajes de la obra de Wajdi Mouawad. A proposito, 'Incendies' es la segunda de una trilogía (en teatro).
Respecto a la película, está en el triunvirato de lo mejor que he visto éste año: con 'Canino' y 'Black Swan'. No es una película palomitera. Pero, y utilizando lo que bien dice Laura, después de verla dan ganas de volver a sumergirse en liquido amniótico. Es un peliculón de los que no se hacen.
Publicar un comentario
Deja tu comentario, que somos pocos y cobardes...