Nota: 9
Lo mejor: el sublime, magistral, soberbio, enorme, brutal y estratosférico J.K. Simmons.
Lo peor: que la promoción y éxito de Birdman y Boyhood en la temporada de premios no le están haciendo justicia.
Afina, chaval, que si no has visto ya esta maravilla no estás en mi puto tempo, así de claro, y no me vengas con gilipolleces como que no eres aficionado a la batería, al jazz o cualquier otra memez. Y es que si crees que Whiplash va esencialmente de eso, estás muy equivocado, pero no te preocupes, que tienes suerte de que yo lleve la batuta y no J.K. Simmons, porque si no ya te hubieras ganado un hostión del quince, así que calla de una maldita vez y escucha.
¿Oyes eso? Es la música del CINE con mayúsculas, la melodía de las OBRAS MAESTRAS, de la calidad y del culto, y el segundo film de Damien Challeze como director suena a todo eso y más. El guionista de Grand Piano te va a dejar absolutamente asustado, pero asustado en el mejor de los sentidos, asustado sin palabras, asustado de ir a mear y no echar gota en una semana, asustado en plan de no saber ni dónde te encuentras y es que Whiplash es tan impactante que lo único que te queda tras su visionado es una puta baba colgando de la boca.
No te avergüences, acabas de ser testigo de un espectáculo brutal encabezado por una bestia parda de la interpretación que hasta ahora para muchos había pasado inadvertida por culpa de papeles que han mantenido a la sombra el brillo de un actor con un potencial terrible. Hablo de J.K. Simmons, a quien hemos visto en películas como la Spider-Man de Sam Raimi, Juno o en la televisiva The Closer, pero Challeze nos ha hecho un favor y ha abierto las puertas del infierno para sacar al monstruo y meterlo en la piel del profesor de música Terence Fletcher, un hijo de la grandísima puta retorcido inspirado en el maestro que tuvo el realizador en su juventud, en la época en la que el cineasta soñaba en convertirse en un batería de jazz. Sin embargo, su intuición le dijo que carecía del talento necesario para alcanzar la cumbre, así que sus planes cambiaron y acabó redactando libretos para el séptimo arte, sin olvidar nunca su amor por la música y sus conocimientos, como queda plasmado en cualquiera de sus trabajos y, especialmente, en este último, que también ha escrito. De hecho, el script inicial se incluyó en la Black List (lista anual con los mejores guiones no producidos o "cómo decirte que entre los fracasados, eras el mejor") del 2012 y Challeze rodó después parte del libreto en un corto homónimo en el que participó el propio Simmons, interpretando el mismo rol de la versión larga, en la que el director termina dejando claro que sabe de lo que habla y a quién se lo está contando.
Y es que no importa que seas un jodido ignorante como yo o tengas un doctorado en la materia. No pasa nada si no eres muy amigo del jazz o si eres un auténtico fanático del género, porque cualquiera se rendirá a esta historia centrada en Andrew Neyman (Miles Teller), un joven que estudia en un prestigioso
conservatorio de música con el fin de formarse para lograr su meta:
convertirse en uno de los grandes batería de la Historia. El chaval
es escogido por el profesor Fletcher para que ocupe uno de los puestos
en la banda que instruye como parte de su plan para lograr la orquesta
perfecta, pero el chico no tiene ni idea de que va a ser aleccionado por un auténtico cabronazo cuyo método de enseñanza no funciona con palabras.
Seas quien seas, Whiplash va a penetrar en tu estómago, va a estrujarte las entrañas y no piensa soltarte en los 107 minutos que dura el metraje. Vas a ser Andrew, vas a ser Fletcher, vas a ser la música, vas a ser el ritmo, el tempo, vas a ser los golpes de baqueta, vas a ser la propia baqueta, la batería, el platillo, vas a ser la sangre que salpica el bombo, las manos del torturado alumno, serás la obsesión, la violencia, la ambición, el sueño y la decepción, la lucha, el sacrificio, la vocación, la desesperanza y el sufrimiento, la mala hostia, la impotencia, la motivación y la rendición. Vas a ser Whiplash, seas quien seas.
Y seas quien seas serás también víctima de la tensión, la transgresión, la emoción y la intensidad constantes de las que Challeze inunda este relato que no sólo va a calarte hondo a un nivel argumental en esa contraposición de personajes y ese mensaje implícito sobre el afán de superación y la ardua y jodida lucha por un sueño, sino que a escala técnica es una puta gozada cuidada en cada plano y en cada detalle, potenciando la ansiedad y la exaltación que transmite la trama hasta el punto de atraparte en la escena y dejarte exhausto.
¡Qué grandeza, joder! Qué grandeza alcanzar ese clímax final que te deja hablando solo ante la pantalla y con cara de gilipollas. Qué grandeza el puto Simmons en la piel de ese implacable mamón sin escrúpulos capaz de hacer temblar a cualquiera con una sola mirada. Fan absoluta.
Ojo, no seamos cabrones y no nos olvidemos del pobre Teller, que, aunque eclipsado por el veterano (es imposible no estarlo), lleva a cabo una interpretación principal sorprendente y cojonuda en un rol que conlleva un alto grado de dificultad mayor que el de los papeles adolescentes a los que nos tenía acostumbrados (Project X, Divergente), con lo que ovación merecida para esta joven promesa a la que todavía le queda un largo camino por recorrer hasta coronar la cima del éxito.
Y es que, en este mundo, no sólo basta con tener talento, alcanzar tu sueño también te costará sudor, lágrimas y sangre. Adelante, amigo, "make it ring, make it bleed, make it really sore in a frenzied madness", pero si no eres capaz, si no eres un Charlie Parker, lárgate de esta banda y no nos hagas perder el tiempo.
Y es que, en este mundo, no sólo basta con tener talento, alcanzar tu sueño también te costará sudor, lágrimas y sangre. Adelante, amigo, "make it ring, make it bleed, make it really sore in a frenzied madness", pero si no eres capaz, si no eres un Charlie Parker, lárgate de esta banda y no nos hagas perder el tiempo.
1 COMENTARIOS:
BUENÍSIMA
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