Crítica de TV: 'Boardwalk Empire' (TEMPORADA 5 Y FINAL)

La memoria de las balas


Nota: 8,5

Siempre es complicado despedirse de una serie, pero donde radica la importancia es en la forma que tenga de decir adiós. Desgraciadamente en este caso, nos despedimos antes de tiempo de la que probablemente fuera la mejor serie en antena del pasado año y, la razón, al igual que sucedió con Carnivale o Deadwood, ha sido su alto presupuesto, junto a unas audiencias discretas. Terence Winter tenía la difícil papeleta de cerrar una historia con una temporada menos de las planeadas inicialmente y un presupuesto mucho más limitado que en anteriores entregas -nótese en la escasez de exteriores filmados en esta quinta-. Sin embargo, Boardwalk Empire nos dijo adiós por todo lo alto en una temporada que, obviamente, se vio afectada por ese recorte inesperado, pero que fue bien resuelta con un broche final inolvidable en ese paseo marítimo que ya es icono de la pequeña pantalla.

En cinco años, asistimos a temporadas en las que Winter supo proporcionar toques de distinción notables, con el consiguiente logro de que la serie no se anclara en un arquetipo narrativo y fuera a más en un triunfante intento por sorprender al espectador. La primera temporada fue, posiblemente, la que menos punch tuvo, aunque bien es cierto que hubiera sido imposible entender el relato como pretendía el scripter sin ese marco tan detallista que sirvió para esbozar a los personajes.


Su primer año sentó las bases y cuajó una segunda temporada maestra co-protagonizada por los Darmody. Fue el paso definitivo que encaminó a Boardwalk Empire hacia algo más que una serie de gánsters. Jimmy Darmody -un estupendo Michael Pitt capaz de reflejar la ausencia en su mirada- lució con maestría la tortura que llevaba su alma, la cual nunca acabó de regresar de las trincheras. Su espíritu aquella noche en el campus se dejó algo más  en compañía de la tormentosa Gillian.

El tercer año de la ficción podría describirse como "electrizante", gracias a la gran labor del estupendo Bobby Cannavale en la piel del inestable Gyp Rosetti, mientras que su penúltima temporada fue la revolución de los secundarios, en la que Chalky y, especialmente, Richard Harrow acapararon todo el protagonismo y dejaron a Nucky en un plano más discreto.

Como ya hemos comentado al inicio, esta última remesa pecó de precipitada a la hora de dirigir, por órdenes de "los de arriba", a los personajes a su prematura recta final. Sin embargo, siendo conscientes de la delicada situación, el resultado fue ampliamente satisfactorio y pudimos despedirnos de los protagonistas de manera loable.


Esta temporada se caracterizó especialmente por la introducción del pasado de Nucky Thompson, desde su más tierna niñez hasta el acto que le condenaría por siempre. Sin duda, este recurso fue una apuesta arriesgada, que si bien no sorprendió excesivamente -dado que ya sabíamos o, mejor dicho, intuíamos cuál era uno de los pecados más pesados en la conciencia del gánster-, sí que consiguió sincronizar inteligentemente la historia entre el pasado del protagonista y su futuro.

Una de las subtramas que más nos cautivaron fue la del gran Chalky White -Michael Kenneth Williams ya no será recordado sólo como el Omar de Baltimore-, después de que protagonizara la penúltima temporada en esa enemistad sin parangón con el maquiavélico Doctor Narcisse. Si bien ese año vimos las grandes debilidades de White y su caída a los infiernos tras su shakeasperiano final, esta última temporada se encontró desposeído de todo aquéllo que hacía de Chalky un ser tan temido como amado: el respeto. Su nuevo encuentro con Narcisse y, sobretodo, con la mujer que le abocaría al destierro, fue realmente forzado (¡maldito recorte!), pero termina saliendo triunfante en un melancólico punto y final donde White dio su vida por lo que ama y dejó a un lado la venganza, a pesar de todo lo arrebatado.


¿Y qué me decís de Van Aldem? Sin duda, se trata de uno de los personajes más imprevisibles que hemos tenido en la pequeña pantalla. Desde que asomó la nariz en el piloto, hasta su final, quién hubiera sospechado el camino truculento que iba recorrer este personaje tan contradictorio. Tras declararse prófugo ante la justicia, Aldem fue dando tumbos hasta desembocar en una sátira del destino: todo lo que juró erradicar, un contrabandista al servicio de uno de los mayores capos de la Historia, Al Capone. Su actitud rematadamente ortodoxa, junto a su faceta de superviviente (que le llevó incluso a vender planchas) y su estrambótico final en una catarsis absoluta al tratar de estrangular a Capone mientras coreaba su nombre, han convertido a Van Aldem en un icono de la televisión, gracias, por supuesto, a la gran caracterización del talentoso Michael Shannon.

Por otra parte, el salto temporal en el recorrido biográfico de Nucky, nos llevó a los Estados Unidos de la Gran Depresión y al ocaso de la Ley Volstead pudo dar cierta sensación de que nos habíamos dejado mucho camino sin recorrer. El primer damnificado fue el jugador Arnold Rothstein -siempre maravilloso Michael Stuhlbarg-, del que no pudimos despedirnos como se merecía y es que, la "fidelidad" histórica de la serie exigía que este personaje muriera antes de la Gran Depresión. Por el show también nos encontramos a un Capone en plena efervescencia y un Lucky Luciano a punto de asumir el trono con una actitud mucho más templada y sobria de la que nos tenía acostumbrados Vincent Piazza. Cierto es, que ya en la cuarta temporada, tanto Al como Lucky se dispusieron a tomar las riendas de sus propias leyendas, pero uno no deja de extrañar más Historia de estos dos colosos en su apogeo.


En esta última temporada fue Lucky Luciano el que se alzó como némesis de un Nucky que pretendía tomar el camino recto gracias a los planes de legalización del alcohol en los Estados Unidos. No obstante, Luciano no dejó de ser una excusa narrativa para llevar al protagonista hacia su recta final. Nucky se vio desposeído de la corona, pero es que no hay que olvidar que el gánster nunca se vio seducido por el carisma del poder. Es por ello que a pesar de que Nucky acabó inclinando la rodilla ante Lucky, no tuvimos la sensación de que el protagonista fuera derrotado, ya que su elección era clara: la sangre pesa, y si no que se lo digan al pendenciero Eli. Nucky decidió descender del Olimpo, salir de la rueda giratoria que continúa volteándote por inercia y abandonar la espiral de corrupción sobre la que se había asentado toda su vida profesional, y es que ese viaje temporal a sus orígenes nos llevó a comprender que su ambición se arraigaba en la necesidad. Nucky Junior entendió desde muy crío la diferencia entre ganarse unos dólares por devolver un sombrero y ganarse al hombre del sobrero por una fortuna. 

Seguramente, todos nos quedamos fascinados ante la fabulosa elección de casting para dar vida a un joven Thompson. El actor Marc Pickering, capaz incluso de sonar y gesticular de la misma manera que Buscemi, representó una de las claves de esta quinta entrega.


La bella Gillian Darmody de nuevo reaparecía en escena cuando creíamos que el personaje ya había dado todo lo que tenía en la serie. El grito de socorrro de la desamparada Gillian hizo que volviéramos a recordar su humanidad, perdida durante su infancia, y volvimos a ser testigos de un personaje terriblemente dramático del que uno no puede evitar sentir lástima, a pesar de la repulsión que inspiraba en temporadas pasadas. Sin embargo, al igual que con la narración del pasado de Nuck, la atormentada pelirroja terminó siendo clave para entender esta tragedia griega, donde los Darmody han sido vitales en el destino de Nucky Thompson, convirtiéndose en su amanecer y su ocaso, una losa con la que siempre ha caminado. Y es que como el buen capo decía: "un hombre ha de saber con cuánto mal puede vivir".

El pasado siempre vuelve y en esta ocasión de la mano de la mayor víctima de este cruento relato a la que teníamos olvidada, el pequeño de los Darmody. Quizás, la muerte del soñoliento Harrow fue el último clavo que sentenció el destino del ya hombre Tommy Darmody para compensar la balanza de todo el dolor que había causado la ambición de Nucky. Dos tiros en el rostro ponen fin al camino en el paseo donde se forjó su destino, con el recuerdo del día en el que Nucky dejó de ser un gángster a medias.


Es innegable que Boardwalk Empire ha sido una de las mejores series que han pasado por la televisión. La duda que nos quedará por siempre es cómo de alto hubiera podido volar de no haber sido limitada por las circunstancias. Lo que es incuestionable, es que Nucky Thompson ya puede sentarse en la misma mesa que leyendas como Tony Soprano, Sam "Ace" Rothstein o Michael Corleone.

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