Nota: 6,5
The Killing llegó
el año pasado de la mano de la cadena AMC
en su búsqueda de equipararse en calidad con la todopoderosa HBO. Breaking Bad, Rubicón o Mad Men son pruebas de que el canal por
cable norteamericano ha ido siempre in
crescendo a lo largo de estos últimos años. Con esas intenciones se presentaba este remake de la
serie danesa Forbrydelsen con el reciclado eslogan "¿Quién mató a Laura
Palmer Rosie Larsen?". Evidentemente las referencias a Twin Peaks impregnaron toda la primera temporada creando una atmósfera única en la desapacible ciudad de Seattle
pero sin llegar al microcosmos tan genuino con el que el excéntrico David Lynch nos obsequiaba hace dos décadas. La serie de
la AMC consiguió de todas formas
brillar con fuerza con un piloto excepcional donde destacaba una puesta en escena
excelente que hizo que muchos sucumbiéramos ante tal poderío visual acompañando a sus dos carismáticos protagonistas, que
durante esta segunda temporada no han hecho sino destaparse como los verdaderos
artífices del éxito de The Killing por encima de Rosie Larsen.
Como todos sabéis, el final de la pasada y primera temporada supuso un shock para muchos de sus seguidores.
Desde un principio, todos los telespectadores tuvimos la falsa ilusión
de que con el final de temporada sabríamos la
verdadera identidad del asesino de Rosie
Larsen, de hecho, esa fue la intención inicial de una serie que iba a
plantearse a caso por temporada y que actualmente, tengo serias dudas de que
renueve parauna tercera. No obstante, no solo fue un final algo
tramposo lo que provocó el desencanto de The
Killing sino también un relleno
demasiado abultado bajo el pretexto del falso culpable que se alargó
durante gran parte de los trece capítulos que componen la temporada para
finalmente volver a partir del punto de origen. La segunda temporada, aparte de representar
el cierre definitivo del caso de Rosie, también se ha mostrado más
compacta que su predecesora aunque mucho más carente de emoción, como si se hubiera perdido su alma por el camino.
Esta temporada, al igual que su antecesora, sigue el mismo
esquema de desarrollo dividiendo las líneas argumentales entre los agentes Linden y Holder, la familia Larsen y la
carrera hacia la alcaldía de Seattle por parte de Darren Richmond y sus allegados. Pero si el año pasado ya
comentábamos algún fallo de guion que hacía que las figuras de Linden y Holder se desperdigasen, este
año todo lo contrario: ambos han crecido a pasos agigantados episodio tras episodio
en su loco afán de dar con el verdadero culpable atravesando para ello toda una
marea de obstáculos. Muchos estaremos de
acuerdo que los mejores momentos los hemos podido ver con Sarah Linden en el psiquiátrico con su lucha interna y como el
juicio de ésta empezaba a tambalearse ante la presión de los colegas. El trabajo de Mireille Enos es sin duda encomiable, pero quizás este año el
protagonismo haya recaído algo más sobre el Detective Holder en su lucha por ahuyentar los demonios de un pasado oscuro
y de resarcirse por el mal hecho. Joel
Kinnaman, al que pronto veremos en la piel de Robocop, recrea un personaje excepcional no ya solo por esa
apariencia física deshilachada sino por los matices que añade a una
interpretación muy verosímil.
La familia Lasen,
por el contrario, ha vuelto a resultar ser la parte más débil del argumento. Si
hace un año nos hartamos de ver a la señora Larsen llorar hasta la saciedad por cada esquina en una espiral de
dolor interminable, en esta ocasión no ha decepcionado en su escape del dolor
en un viaje algo intrascendental. No obstante, Stan Larsen siempre ha mostrado algo más de interés sobretodo por
su pasado turbio que parecía que esta temporada iba a ser crucial y que sin
embargo ha sido una mera anécdota que no ha hecho otra cosa que rellenar
minutos.
En cambio tal y como se sospechaba, la vertiente argumental
protagonizada por la política y los tejemanejes de la campaña electoral ha
resultado crucial para dilucidar el final del caso Larsen. Todo ello gracias a un
Darren Richmond del cual hemos visto
una evolución considerable, ya no solo superar el hecho de su invalidez sino
por las consecuencias de su paradero en la noche del asesinato de la pequeña Rosie.
Un Richmond que representa la cara amable de la política, un papel que a muchos
nos recordará al entusiasta Carcetti
y su afán por mejorar la maltrecha Baltimore.
Ambos quedan a mitad del camino, siendo finalmente presas de un sistema viciado
donde las buenas intenciones son solo eso, intenciones. Finalmente, el caso, como
veníamos diciendo, derivó en la diosa fortuna, en el hecho de estar en el
momento equivocado en el peor lugar, donde los fuertes harán lo necesario para
mantenerse en su posición de dominio mientras que los justos harán prevalecer
la equidad.
Si eres de los que aún no ha visto The Killing, estás de suerte, ya que si cogemos las dos temporadas
en su conjunto hay que reconocer que obtienes una serie por encima de la media.
No obstante, para los que sintieron la rabia contenida del final de la pasada
campaña es más complicado calificarla, ya que por lo menos un servidor no ha sabido en
ningún momento quitarse el mal sabor de boca de aquel polémico cierre de
temporada como si se tratase de un estigma imborrable. Sin duda,
este año The Killing ha logrado superar ese bache argumental pero sin apenas apostar por la sorpresa o el juego con el espectador salvando esos minutos finales donde realmente se da a conocer quién asesinó a Rosie Larsen, que no deja de ser lo que siempre quisimos saber. Ahora la duda es, ¿Ha sido este el primero de los casos resueltos por los detectives Linden y Holder o el desenlace de una serie truncada?
1 COMENTARIOS:
A mí no me mosqueó tanto el final de la 1ra aunque s verdad q era para mosquearse, en Twin Praks tampoco se resolvía al final de la 1ra temporada. Me ha parecido una serie correctísima en general, grandes interpretaciones, una atmósfera genial y la resolución ha sido la leche SPOILER SPOILER ( para mí la confesión de la tía ha sido de os mejores momentos del año seriéfilo)
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