Nota: 7,5
Si os
digo que Masters of Sex, la serie que la cadena Showtime estrenó la semana pasada con una respuesta moderada de audiencia (1 millón de espectadores),
está plagada de sesudos científicos con bata que se dedican a realizar extraños experimentos, anotando vete a saber qué en sus libretas mientras asienten con aire de
ensimismamiento, quizás ni os planteéis darle una oportunidad. Pero si os digo que el objeto de
estudio de estos investigadores, alejados de las probetas y los microscopios,
radica en el comportamiento sexual humano, seguro que la cosa cambia y, por lo
menos, se despierta un atisbo de interés en vuestro interior. Y es
que, le pese a quien le pese, vivimos en una sociedad donde el sexo se ha
convertido no solo en un indicativo de estatus, sino también en objeto de la propia autorrealización, en uno de los motores de la sociedad de consumo y, en
definitiva, en uno de los principales argumentos de venta. Pero hubo una época en la que las cosas eran diferentes, en la que las leyendas convivían junto a los prejuicios a la hora de hablar de sexo y el acto en sí quedaba relegado a una
extensión de sentimientos más profundos y elevados. Ésta,
la de Masters of Sex, es la historia de la pareja de investigadores que cambió
esa concepción para siempre.
Con una
ambientación temporal compartida con Mad
Men, la nueva serie de Showtime no podría parecerse menos a la
protagonizada por los trajeados publicistas. Y es que mientras la ficción del canal AMC nos retrata un estereotipo muy concreto de
macho Alfa y relega a las mujeres a un trato encorsetado en torno a su momento histórico, Masters of Sex, sin
renegar de la realidad que se vivía en la Norteamérica de los años 50, nos muestra que Peggy
Olson no fue la única fémina adelantada a su tiempo. La libertad y desinhibicion
con la que vive su vida sexual la coprotagonista de la función, Virginia Johnson, se nos presenta en este
piloto como uno de los ejes de la propia serie, tan centrada en el retrato
personal de los personajes reales que la pueblan como de sus hazañas en el campo de la sexología;
rama científica que ellos mismos ayudaron a dar forma, continuando y complementando el trabajo de los prestigiosos Sigmund Freud y Alfred Kinsey (este último, con biopic protagonizado por Liam Neeson).
Se trata
de unas descripciones cuya fidelidad a la personalidad que tuvieron los ya
fallecidos Virginia y William -ella en julio de este año, cuando ya se
había anunciado el proyecto- jamás descubriremos, pero cuyo retrato se antoja necesario una
vez la serie ya ha asentado su bien intencionado mensaje. Y es que al igual que
sucede con la serie protagonizada por Don Drapper, una vez la lectura social queda patente y el
contexto enraizado, lo que de verdad nos importa es el devenir de los roles y
el impacto que las decisiones tienen en su vida. A ese respecto, para paliar lo
máximo posible el esclavismo a unos hechos reales centrados en la evolución académica de la investigación, la creadora, guionista y showrunner de la ficción, Michelle Ashford (The Pacific), ha transformado acertadamente a William
y a Virginia no sólo en los divulgadores más pioneros de la ciencia del sexo,
sino en sus propios sujetos de experimentación
y en los sonrojados rostros visibles de la ruptura de tabús,
con su correspondiente impacto en la psicología
de los roles.
La
necesidad de consideración en la época de la sexologia como una rama auntónoma, capaz de derribar sus propios mitos, se aprecia ya desde la turbulenta relación de Virginia con el Doctor Haas (Nicholas D'Agosto), incapaz él de comprender cómo
una mujer puede acostarse con un hombre sin que le entren después unas ganas tremendas de casarse; o en las propias
experiencias de William, que van desde el descubrimiento de la capacidad de las
mujeres para fingir un orgasmo -primera noticia también por mi parte- hasta el menoscavo de su hombría que siente al no poder dejar embarazada a su
esposa. Tampoco se dejan de lado ciertas insinuaciones en tono picaresco al carácter voyeur y sibilino del investigador, ya sea
"estudiando" el día a día de las prostitutas encerrado en un armario, inventando el
vibrador con cámara -"Colossus" para los
amigos- o con furtivas miradas dirigidas hacia su compañera de laboratorio.
En la
mejor línea provocativa de la cadena
de Weeds, Dexter y Californication, Masters of Sex se convierte en el estreno
mas prometedor de lo que llevamos de temporada, justo por delante de The Blacklist y a la
espera de ver Crisis, y también en una serie que propone una
mirada al sexo inocente, casi aséptica, propia del método científico,
que nace con la misión de naturalizar y desestigmatizar
ciertos prejuicios, retratándolos con grandes dosis de humor
negro como si se tratarán de fantasmas de un pasado más gris y cuadriculado. Si a los buenos propósitos les sumamos una pareja protagonista en perfecta sincronía con sus personajes, secundados por los siempre eficaces Beau Bridges y Margo Martindale,
lo que nos encontramos es todo un caramelo que sólo exige por parte del
espectador no ya una mente calenturienta, pero por lo menos sí una abierta. Porque, teticas al aire y chistes sobre falos aparte, Masters of Sex es la crónica de un paso de gigante para la humanidad que nadie
debería perderse.
1 COMENTARIOS:
¡Recomendable!. Elegante, sutil, inteligente, emotiva, divertida son algunos de los adjetivos que me vienen a la mente cuando pienso en Masters of sex una de las series con las que más he disfrutado este año porque recién la comencé a ver, espero muy pronto terminarla y comenzar con la segunda temporada.
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