Crítica de TV: 'Cult' (piloto)

T-Bag predica 'la nada' en la última decepción de la mideason



Nota: 2

Ya con la midseason más que arrancada y viendo las propuestas de este ya avanzado 2013 no es descabellado plantearse que éste puede ser uno de los años más flojos del panorama americano televisivo tras una década apoteósica. Aunque contemos aún con piezas como Juego de Tronos o Boardwalk Empire en plena forma y a pesar de la agradable sorpresa que ha supuesto Bates Motel -review YA- y de la que promete ser Hannibal, con Cult nos encontramos con una decepción aún más rotunda que con The Following al naufragar estrepitosamente en su misión de plantear un relato efectivo de suspense, con periodistas fisgones y personas desparecidas, en el marco de los movimientos sectarios. Y más con el recuerdo de The Master aún en nuestra retina.

Las sectas siempre conllevan cierto atractivo para la pequeña pantalla. No en vano si su fin es afiliar a sus súbditos, el de una serie de televisión también es conseguir el mayor número de seguidores. En ese sentido Cult partía con ventaja: siendo el juego cómplice con el espectador el elemento crucial a la hora de introducirte dentro de esta nueva propuesta, usando la misma dialéctica que cualquier embaucador utiliza para doblegar la voluntad de cualquier individuo. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, ya que en lo que realmente se centra Cult es en un periodista que, tras la desaparición de su hermano y junto con la ayuda de una joven asistente de producción, comienza a investigar a un grupo de fans que podrían estar recreando los crímenes vistos en un programa de televisión llamado Cult. Robert Knepper da vida a su líder, sí, pero al mismo tiempo encarna a un actor cotidiano con cierta aura de excentricidad en el ejemplo más patente del doble rasero de la serie.


A Robert Knepper siempre le recordaremos por su depravado papel en la olvidable Prison Breakde la que tan solo él ha conseguido extraer una carrera más o menos fructífera (Wentworth Miller ahora es guionista). Sin duda, Knepper, al que también pudimos ver en la maravillosa Carnivale, representa el único pilar de la serie al dar vida a un personaje cuyo carisma se sustenta en el control de la gestualidad que posee el actor y, por supuesto, en la modulación de su voz dependiendo de la tesitura del momento. De todas formas y, de la misma forma que otros actores de carácter como Peter Stormare son incapaces de salvar por sí solos cualquier proyecto por culpa de su eterna condición de secundarios, el trabajo de Knepper no constituye suficiente base para sostener un título tan desastroso como es Cult. Los actores Matthew Davis y Jessica Lucas ponen caras a un dúo protagonista con la misma química que Christensen y Portman en  Star Wars Episodio II y cuyas aportaciones individuales parecen sacadas de la escuela inexpresiva de Keanu Reaves.

Lo cierto es que sabiendo que CW sería la cadena responsable de Cult ya podíamos hacernos a la idea de que esto ni iba a acercarse al tratamiento que le hubieran dado a la premisa canales como  HBO, Channel 4, AMC o incluso Showtime. No obstante, ahí tenemos a la digna Supernatural –la cual está recuperando el tono esta última temporada- como la excepción de una programación que va claramente destinado a un público poco exigente. Y es que Cult posee un guión escrito por un chaval de 15 años, donde desde el principio deciden tirar por la borda la premisa sectaria para mutar en un thriller de tomo y lomo con la misma verosimilitud que los guiones de Hermano Mayor, quitando de golpe y porrazo no sólo su atractivo, sino también su elemento diferenciador. Y para colmo, el resto de esbirros de la trama parecen rebotados de la misma empresa de trabajo temporal donde el Doctor Maligno consigue a los suyos, motivados únicamente por una incompresible fiebre de una serie de televisión cuya justificación resulta del todo disparatada.


En definitiva, nos encontramos exactamente con la decepción y el cutrerío que prometían los tráilers y promos de la serie, cuyos Cliffhangers y giros de guión terminan por rematar esa sensación de que el rodaje y la escritura del episodio piloto corren a cargo de un equipo tan entusiasta como amateur, convencido de que la intensidad del relato y el suspense nacen de la mera saturación y que deja escapar las buenas ideas incluso cuando pasan volando frente a sus ojos. Su puesta en escena, que parece basarse única y exclusivamente en una banda sonora tan machacona como risible, es el perfecto exponente de lo que es Cult en sí misma.

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