Crítica de cine: Phillip Morris, ¡Te quiero!

Entre Atrápame si puedes y Bruno.

Nota: 6,5

Ficha: Imdb.

Lo mejor: el esfuerzo personal de Jim Carrey en este proyecto es evidente y de agradecer en todo momento.
Lo peor: es fácil confundirla con lo que no es: la típica comedia de Jim Carrey. Y la engañosa campaña de promoción en España no ayuda.

Esta película es un ejemplo perfecto de que en Hollywood y en el mundo del cine en general hay una falta de huevos alarmante. No sólo en Estados Unidos lleva año y medio en la nevera sin encontrar distribuidor sino que en nuestro país se empeñan en anunciarla con la nueva chorrada del protagonista de Ace Ventura. Nada más lejos de la realidad.  Phillip Morris, ¡Te quiero! es una sátira bien orquestada que pone en la picota los sistemas judicial y penal americanos a la vez que intenta poner en evidencia la ausencia de normalidad ante la homosexualidad que intentamos esconder bajo la alfombra. Y este último objetivo lo ha logrado incluso antes de llegar a las salas.

¿Y Brokeback Mountain? Pensarán algunos. La premiada película de Ang Lee no tiene nada que ver con esta cinta a excepción de la condición sexual de sus protagonistas. En aquella ocasión asistíamos a un romance entre dos hombres que iban descubriendo y aceptando su verdadera condición a la vez que la audiencia. 2 horas de metraje destinadas a empatizar con los protagonistas en un vehículo centrado por completo en ese hecho. Aquí la fase de aceptación dura 10 minutos en pantalla y la historia se desarrolla paralelamente a con quién se acueste Jim Carrey sin que por ello el componente homosexual deje de estar presente.

De hecho si tuviéramos que buscar un referente este sería Atrapame si puedes. El personaje de Carrey es un padre de familia que tras un accidente decide dar rienda suelta a su verdadera personalidad, que resulta ser la de un timador rematadamente homosexual, capaz de hacerse pasar por un prestigioso abogado o un eficiente contable a la vez que pasea con su top ajustado y sus chihuahuas mellizos. 

En este punto el guión pretende realizar una crítica social sobre los millones de personas que han estado viviendo por encima de sus posibilidades a lo largo de las últimas décadas (algo que ya hizo Carrey en la floja Dick y Jane) a la vez que satiriza sobre las reacciones sociales ante la recién descubierta sexualidad del protagonista. Pero el que no haya acudido avisado al cine sólo recordara a un sudoroso Carrey siendo "el rey del mundo" sobre un tipo con perilla.

Pronto entra en prisión donde conoce al famoso Phillip Morris (McGregor) y la película comienza a funcionar al  transformarse en una comedia romántica de fugas. Los diferentes métodos de huida del estafador se muestran realmente originales y divertidos mientras la relación entre los dos reclusos sigue el esquema de "flechazo-pasión-mentira-alejamiento" visto en mil y un cintas de género. Pero en su parte final donde comprendemos que siempre se ha tratado sobre la historia de un mentiroso compulsivo. Uno de los de verdad. Un hombre capaz de remover cielo y tierra escondiendo los problemas para sentirse querido y aceptado.

No sé si Carrey era el actor ideal para el proyecto, pero lo que tengo claro es que el protagonista de Man on the Moon lo da todo ante las cámaras. El problema es que se trata de un personaje excesivo en manos de un actor que suele caer en la exageración. Con lo que imaginaros la sobredosis de Jim con la que podéis salir de sala. Menos mal que en secuencias como las románticas o a lo largo del inesperadamente dramático tercio final asistimos a un compromiso total con un proyecto que es inusual en las estrellas de primera línea y que sin duda tenemos que celebrar. 

McGregorpor su parte se limita a ser la Reese Witherspoon del relato y sin dejar de estar correcto en ningún momento le come un ápice del espacio a Carrey. El mayor defecto de la cinta sin embargo es una puesta en escena que sólo se puede calificar de cutre y poco imaginativa en comparación con la propuesta argumental. Un tremendo fallo de los directores noveles Glenn Ficarra y John Requa (guionistas de Bad Santa) que en ocasiones no son capaces de darle a la trama todas las capas que insinúa el libreto. 

Y es que nos encontramos ante una de esas historias que pretendiendo no dejar títere sin cabeza termina por convertirse en una bomba al límite del ridículo que sólo funcionará por completo para todo aquel dispuesto a ver más allá de dos actores famosos dándose un apasionado beso. Aunque para otros será un horror digno de caer en las manos de Torquemada. Estáis avisados.

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