Nota: 7
Lo mejor: su ritmo, la puesta en escena y la reflexión que plantea.
Lo peor: un final forzado y deslucido.
Han pasado 5 años desde que escuchamos
hablar por primera vez de este proyecto, por entonces bajo el mas escueto título de Windows, en una época en la
que la propia película que nos ocupa hubiese sido quizás más transgresora, pero no menos oportuna. Porque el
tercer largometraje como director del realizador cántabro Nacho Vigalondo no
sólo es un título que soporta decenas de calificativos referenciales y
comparaciones, desde el símil facilón con La Ventana Indiscreta hasta las más
modernas Caché (Michael Haneke, 2005), [REC] (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007) o Freeze
Frame (John Simpson, 2004), sino que es tremendamente deudor de su tiempo: de
la pesadilla orwelliana que vivimos -y que tan bien nos retrata la serie Person of Interest-, de los
casos Assange y Snowden o, en definitiva, de la cara más oscura de Internet
que tan solo empezamos a vislumbrar. Open
Windows, con su pequeña y a la vez ilimitada escala visual, ha sido capaz de cristalizar todos esos
terrores y peligros en el que, de base, ya no podía convertirse en el típico relato de
psicópatas y secuestros, por lo menos en su mayor parte.
A partir de ahí y siempre manteniendo la coherencia con el formato real, tener a un super hacker como el tercer vértice del triángulo protagónico, que se traduce en la mejor carta blanca posible para exprimir al máximo la propuesta. La acción no sólo se desarrolla a través de la webcam de un ordenador portátil, sino que unas carisimas cámaras espía, programas de seguimiento tremendamente avanzados y todos los recursos que ofrece Internet se dan la mano para que no perdamos detalle de lo que está sucediendo en ese momento. También nos ayudan a conocer más a fondo a la historia y a sus personajes gracias a grabaciones clave mostradas en el momento concreto e información sobreescrita en pantalla, muchas veces de forma simultánea pero nunca abrumadora (se estima en 7 horas el metraje individual que contiene la película).
Su ritmo es endiablado y el juego que es capaz de sacarle
Vigalondo al circuito cerrado,
sencillamente magistral. Además, Wood y Grey se revelan como dos elecciones perfectas y lo suficientemente maduras como par ser prácticamente las únicas caras visibles de la película. Casi sin darnos cuenta nos plantamos en el tercer acto, donde la señal de Vigalondo comienza a perder intensidad. En lugar de
apostar por un cierre contundente, apoyándose en los valores de
género que tan bien han funcionado durante los 85 minutos anteriores, el cineasta se ve obligado
a sacarse varios ases de la manga para desconcertar al espectador. El resultado no es solo un batiburrillo bastante
alocado de motivos ocultos y trampillas secretas, sino una sensación
anticlimática de exceso, como cuando asistimos a un dibujo sobrecargado de elementos. Tampoco ayuda la respuesta final a las motivaciones del hacker, no ya
porque su recreación con máscara sadomaso y cuchillo brillante sea lo mas manido
de todo el relato, sino porque, en realidad, el galimatías que nos es desvelado en el
último tramo nos da un poco igual, ya que todo queda reducido a la carrera de
turno escapando del psicópata babeante.
Ha sido el propio Vigalondo quien ha decidido enjaularse en una fórmula tan aparentemente cerrada como es el escritorio de un ordenador para, a partir de ahí, elaborar una historia tan contemporánea como universal, visualmente atractiva y con los ingredientes necesarios para convertirse en una película que recomendar sin titubear (y van 3 de 3). Por desgracia, es por esa necesidad de dejar con el culo torcido al respetable que Open Windows corre el riesgo de desdibujarse en el recuerdo, de que sus innegables valores queden enterrados bajo una historia que termina apostando por el efectismo sin llegar a la altura del resto de elementos y, en definitiva, impidiendo que el cine de Vigalondo siga sin cuajar en el público a la primera, a pesar de ser uno de nuestros talentos mas transgresores e inteligentes aún escondido detrás de la etiqueta "de culto".
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