Nota: 6,5
Lo mejor: las escenas de acción y la ambientación.
Lo peor: que la historia se simplifica según avanza la película.
Ahí arriba, entre el cielo y La Tierra, se encuentra la estación espacial Elysium: el último
reducto de una humanidad acomodada y elitista que se ha confeccionado a medida
su propia versión del Paraíso a costa del resto. En cambio, aquí abajo, para nuestro disfrute
y con la misión de enderezar un verano
cinematográfico más bien flojo, está Elysium, la película, en un plano mucho más
terrenal y mundano de lo que se esperaba del autor de uno de los debuts
mas reconocidos de los últimos años, Neill Blomkamp, que se
suma así a otros jóvenes revisionistas del género como Duncan Jones (Moon, Código Fuente) y Shane Carruth (Primer, Upstream Color) al fallar en la prueba de continuidad que es el tan temido segundo proyecto, una
vez se ha disipado el factor sorpresa y sólo quedan expectativas.
Sirviéndonos de la nada disimulada metáfora sobre la lucha de clases que sustenta a la película, que toma como excusa para la catástrofe un descontrol de la inmigración que podría ser una visión americana del contexto que plantea Hijos de los Hombres, no es descabellado encajar al segundo trabajo del realizador sudafricano dentro de la clase media-baja cinematográfica, más cerca de una Total Recall 2012 cualquiera que de la cinta de Alfonso Cuarón o su ilustre predecesora, Distrito 9. Y es que una vez que se ha evaporado el buen sabor de boca inicial que nos deja esta recreación de una Tierra empobrecida y chabolista en contraste con la opulencia y asepsia de los planos que describen Elysium, las aventuras del obrero al que encarna Matt Damon sólamente pasan por marcar silueta con un fardón exoesqueleto de combate mientras, sin comerlo ni beberlo, lidera una revolución social demasiado plana y que llega sin nada que aportar al género.
Desde la profesión del protagonista como montador de droides hasta un conflicto originado por la existencia de una clase privilegiada que se aprovecha del resto desde su monte Olimpo, la comparación de Elysium con el reciente remake de Desafío Total resulta mucho más ajustada de lo que nos gustaría, restando méritos a una premisa que se agota mucho antes de lo que prevé el Blomkamp guionista (y que se parece sospechosamente a la del videojuego La Fuga de Deponia). Duele especialmente la nula explotación de la propia estación espacial, cuya historia y funcionamiento apenas son explicados hasta parecer una maqueta o el sueño nunca realizado de un loco, a pesar de que la tengamos delante de nuestro ojos. Parte de la culpa la encontramos en la excesiva importancia que tiene para la trama la tecnología que permite curar cualquier enfermedad, hasta el punto de que son esas camillas especiales -similares a las vistas en Prometheus- y no la propia Elysium la auténtica razón de que los terricolas arriesguen su vida para llegar a este particular edén. La del personaje de Matt Damon, también.
Tampoco pedíamos a otro Will Hunting o Jason Bourne de un Damon que no se suele prodigar demasiado por el género, pero es que la falta de heroísmo, motivación e incluso carácter del personaje protagonista en ocasiones clama al cielo e, irónicamente, contrasta con esa especial empatía que vivimos con el rol central de District 9. Partiendo de una presentación en la que nos muestran cómo este antiguo ladrón de coches reparte sus días entre un monótono trabajo y repetitivas discusiones sin sentido con las máquinas que hacen las veces de funcionarios, el personaje no trasciende nunca a la figura de un pelele que actúa condicionado por las circunstancias, siguiendo un patrón preestablecido y sin ser capaz de sacarse ningún as bajo la manga incluso cuando tiene la sartén por el mango.
Por su parte, Sharlto Coopley puede que sea el que más ganas le pone de todo el reparto con su encarnacion del mercenario desequilibrado Kruger, tan aficionado a reventar cosas con su lanzacohetes futurista como a escupir a los niños desde la azotea de su casa. El problema es que la idea que tiene Blomkamp de una némesis humana parece sacada de las películas de Van Damme y Seagal; donde los villanos se construyen a base de one liners baratos y desgastados, ojos de loco y golpes sobre la mesa, y todo el rol termina contribuyendo a la sensación de déjà vu general que transmite la película. Tampoco podemos acudir a ese habitual salvavidas que es Jodie Foster en busca de la gran interpretación de la cinta, siendo su rol como la sanguinaria ministra de defensa de Elysium únicamente un escaparate para que comprobemos lo bien que le sienta a su cutis el poder.
Sirviéndonos de la nada disimulada metáfora sobre la lucha de clases que sustenta a la película, que toma como excusa para la catástrofe un descontrol de la inmigración que podría ser una visión americana del contexto que plantea Hijos de los Hombres, no es descabellado encajar al segundo trabajo del realizador sudafricano dentro de la clase media-baja cinematográfica, más cerca de una Total Recall 2012 cualquiera que de la cinta de Alfonso Cuarón o su ilustre predecesora, Distrito 9. Y es que una vez que se ha evaporado el buen sabor de boca inicial que nos deja esta recreación de una Tierra empobrecida y chabolista en contraste con la opulencia y asepsia de los planos que describen Elysium, las aventuras del obrero al que encarna Matt Damon sólamente pasan por marcar silueta con un fardón exoesqueleto de combate mientras, sin comerlo ni beberlo, lidera una revolución social demasiado plana y que llega sin nada que aportar al género.
Desde la profesión del protagonista como montador de droides hasta un conflicto originado por la existencia de una clase privilegiada que se aprovecha del resto desde su monte Olimpo, la comparación de Elysium con el reciente remake de Desafío Total resulta mucho más ajustada de lo que nos gustaría, restando méritos a una premisa que se agota mucho antes de lo que prevé el Blomkamp guionista (y que se parece sospechosamente a la del videojuego La Fuga de Deponia). Duele especialmente la nula explotación de la propia estación espacial, cuya historia y funcionamiento apenas son explicados hasta parecer una maqueta o el sueño nunca realizado de un loco, a pesar de que la tengamos delante de nuestro ojos. Parte de la culpa la encontramos en la excesiva importancia que tiene para la trama la tecnología que permite curar cualquier enfermedad, hasta el punto de que son esas camillas especiales -similares a las vistas en Prometheus- y no la propia Elysium la auténtica razón de que los terricolas arriesguen su vida para llegar a este particular edén. La del personaje de Matt Damon, también.
Tampoco pedíamos a otro Will Hunting o Jason Bourne de un Damon que no se suele prodigar demasiado por el género, pero es que la falta de heroísmo, motivación e incluso carácter del personaje protagonista en ocasiones clama al cielo e, irónicamente, contrasta con esa especial empatía que vivimos con el rol central de District 9. Partiendo de una presentación en la que nos muestran cómo este antiguo ladrón de coches reparte sus días entre un monótono trabajo y repetitivas discusiones sin sentido con las máquinas que hacen las veces de funcionarios, el personaje no trasciende nunca a la figura de un pelele que actúa condicionado por las circunstancias, siguiendo un patrón preestablecido y sin ser capaz de sacarse ningún as bajo la manga incluso cuando tiene la sartén por el mango.
Por su parte, Sharlto Coopley puede que sea el que más ganas le pone de todo el reparto con su encarnacion del mercenario desequilibrado Kruger, tan aficionado a reventar cosas con su lanzacohetes futurista como a escupir a los niños desde la azotea de su casa. El problema es que la idea que tiene Blomkamp de una némesis humana parece sacada de las películas de Van Damme y Seagal; donde los villanos se construyen a base de one liners baratos y desgastados, ojos de loco y golpes sobre la mesa, y todo el rol termina contribuyendo a la sensación de déjà vu general que transmite la película. Tampoco podemos acudir a ese habitual salvavidas que es Jodie Foster en busca de la gran interpretación de la cinta, siendo su rol como la sanguinaria ministra de defensa de Elysium únicamente un escaparate para que comprobemos lo bien que le sienta a su cutis el poder.
A pesar
de todo, de que la sensación general sea más bien tibia y de que Elysium pase a engrosar
el cajón de la cifi menos exigente y
mas condescendiente y accesible, bajo sus líneas
maestras se sigue apreciando la visión comprometida de
un cineasta con ganas de servirse del género para plantear problemáticas contemporáneas tan necesarias como agradecidas. Además, con su salto a la primera división presupuestaria, Blomkamp ha sabido mantener intacto su sello visual, cercano al de un Paul Greengrass distópico y tan aficionado a una utilización equilibrada de la cámara al hombro y a mostrar la sangre y polvo en primer plano como le recordábamos, de ahí que nos duela especialmente que en su ambición narrativa se haya quedado tan corto, sin gasolina en el depósito a las puertas del Elíseo.
3 COMENTARIOS:
Decepción de peli. Para mí, le sobra como media hora de escenas de acción. Y otra cosa que me parece una incoherencia es el por qué tienen militares en el satélite Elysium. SPOILER No le veo sentido: si en la tierra funcionan con los robots policías (que obviamente tienen mucha más fuerza que un humano), ¿cómo corren el riesgo de tener militares humanos en Elysium que se puedan insubordinar como termina pasando? FIN SPOILER
Podía haber estado bastante mejor la peli...
El tema de los drones es de traca SPOILER porque si estamos hablando de un futuro tan avanzado como para que hasta las naves unipersonales lleven un par de robots acoplados, tan sólo por si acaso, no tiene sentido que en Elysium sólo haya dos en la puerta y que ni aparecen cuando Matt Damon la lía petarda. Además, si lo que la mayoría de la humanidad quiere son las camillas curativas es una auténtica chorrada que desde Elysium prefieran gastarse tropocientos millones en un ejército de drones que no utilizan para defenderse sino para controlar el planeta cuando podían haberse gastado ese dinero en llenar naves gigantes con cabinas y mandarlas a la Tierra (oh, espera, que encima las tenían preparadas como se ve al final). FIN SPOILER
Tras verla me ha parecido un poco decepcionante, sobre todo tras ver Distrito 9. Sin embargo, cumple con su cometido de entretener y pese a unos cuantos agujeros de guión, viendo lo demás que ha salido este verano, no está nada mal.
Sobre los supuestos errores comentados, personalmente no estoy de acuerdo...
SPOILER
Primero, los robots policías no tienen que ver con Elysium. Son robots construidos por la empresa del 'ciudadano' al que roban los datos, y que entre otros son utilizados por Elysium, policía de Los Ángeles y por el propio ciudadano como escolta. Elysium, si se sabe leer entre líneas, es un país independiente, una especie de paraíso fiscal (además de real) como podrían ser las Bahamas. Tiene su propio ejército, leyes y demás.
De hecho en más de un momento se menciona el hecho de que legalmente Elysium no puede actuar en territorio 'terrestre', que es otro territorio soberano.
Por tanto, Elysium no controla el planeta (no directamente). Sólo es el hogar de los más ricos, como Bahamas o Mónaco.
En cuanto a las 'naves gigantes', basta con echar un ojo para darse cuenta de que, además de ser apenas media docena, no son más que transportes médicos, como los actuales aviones o barcos hospital que tienen muchos países para atender, por ejemplo, en catástrofes. Por eso tienen droides médicos a bordo, y cabinas...
Vamos, que no son más que detalles sin importancia, y los agujeros de guión son otros, más evidentes de hecho y mucho menos comprensibles en un guión mínimamente elaborado (personajes que aparecen y desaparecen oportunamente, inexplicables lugares desérticos de supuesta alta seguridad, tarjetas de acceso en unas instalaciones donde cada ciudadano está codificado genéticamente, etc...).
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