Crítica de cine: 'La Espuma de los Días'

Gondry colapsa nuestros sentidos


Nota: 6

Lo mejor: el esfuerzo en la puesta en escena....
Lo peor: ... aunque termine por asfixiar todo lo demás.

Como dicta sin pudor la opinión generalizada, es cuando Michel Gondry prescinde de la ayuda de su antiguo colaborador, el guionista Charlie Kaufman, que su trabajo no suele cumplir las expectativas que ha conseguido generar gracias a años de trabajo de calidad. Pues es junto a este maestro del guión que Gondry – en opinión de una servidora – parió los que hasta la fecha son sus mejores trabajos: Human Nature (2001) y Olvídate de Mí (2004). Así, entre cortos y videoclips, su trayectoria en el celuloide comenzó a ser cada vez más espaciada e irregular. Tras una etapa americana en la que coquetea con el mainstream (The Green Hornet) y tantea otros experimentos (The We and the I), el director francés vuelve a ir por su cuenta con su último proyecto - La Espuma de los Días - afrontando con relativo éxito el reto de adaptar la peculiar obra literaria de Boris Vian. 

La espuma de los días trata sobre una pareja formada por Colin (Roman Duris), un inventor de artilugios extraños, y Chloe (Audrey Tatou). Aunque disfrutan de un estilo de vida envidiable, todo se complicará entre ellos cuando a Chloe le sea diagnosticada una enfermedad inusual. No suele darse con frecuencia el caso de que la mejor cualidad de un filme constituya a la vez su peor defecto. Sin embargo, esto se cumple en la cinta que aquí nos ocupa. Como ya ha demostrado sobradamente en anteriores ocasiones, Gondry es un mago de la puesta en escena. Por desgracia, en su séptimo largo ha incorporado demasiados trucos al espectáculo. Así, el principal aliciente de este filme se convierte en su talón de Aquiles, desfigurando la historia en una fábula desbocada, un festival del exceso incapaz de respirar con autonomía.

Michel Gondry nos ofrece un curioso e imperdible espectáculo visual, aunque de lo más sinsorgo. El realizador se revela demasiado preocupado por crear una escenografía tan compleja, descuidando el resto de elementos en la cinta, y convirtiendo la narración en una función trasnochada realmente difícil de disfrutar. El director no duda en poner toda la carne en el asador: La animización de los objetos cotidianos e invenciones como el pianococktail son solo algunos ejemplos. La aceleración forzada de cualquier proceso, o representación de la comida que recuerda a la misma técnica de animación que usa Adam Pesapane (PES) en sus cortos.  Gondry crea una estética hipertrofiada que en su maravilla y en su complejidad apabulla al espectador, enturbiando y restando calidad y sustancia al conjunto del metraje.



No resulta fácil empatizar en un principio con la parejita protagonista de vida alegre y divertida, al menos hasta que a ella le detectan la dolencia y él se ve obligado a aceptar todo tipo de trabajos para poder pagar las facturas médicas. Sin embargo, es posible apreciar un tono melancólico ya familiar – presente en otros filmes de Gondry – a través de ciertos resquicios de esta fantasía asfixiante y agotadora. Aún con un cameo del propio director, y secundarios de lujo como Gad Elmaleh (El Capital) y Omar Sy (Intocable), La Espuma de los Días no consigue estar a la altura de sus filmes anteriores. Quizás debería dejarse de encargos y superar de una vez por todas el apego que siente por el fantástico (algo que ya probó en The we and the I, no estrenada en nuestro país), demostrando su verdadero alcance en otros géneros.

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