Crítica de cine: 'Rush'

Pole para Daniel Brühl y empujón en la clasificación general para Ron Howard


Nota: 7,5

Lo mejor: Daniel Bruhl, las secuencias a pie de pista, la banda sonora... Y sobre todo la sorpresa.
Lo peor: su apego, valga la redundancia, a la pura fórmula.

El propio James Hunt define, en una de las escenas clave del filme, ese sentimiento caballeresco y hasta anticuado de la que ha estado impregnada la Fórmula 1 desde sus primeros pasos, cuando la tasa de mortalidad por campeonato superaba siempre el 20%. El malogrado piloto, representado con los principescos rasgos de Chris Hemsworth, se refiere al compendio de cualidades necesarias para hacer del cara a cara con la muerte tu profesión y de las que sólo gozan unos pocos, ya sea por obstinación, rebeldía o pura locura, pero siempre con la gloria como último destino. La historia de Rush, a la que ser definida como un filme basado en hechos reales de corte tradicional no debería hacerle daño necesariamente, es la de la rivalidad existente entre dos grandes corredores durante los años setenta, pero también, y más importante, la del tipo de relación que puede llegar a establecerse entre dos de esas personas, mucho más épica y espiritual de lo que seguramente seamos capaces de percibir el resto de los mortales.

Y es que pese a que Rush nos llega de manos del irregular Ron Howard, cuya meta profesional siempre ha sido la de convertirse en el mejor narrador de telefilmes de lujo, es realmente complicado encontrarle algún defecto a la película a lo largo de sus dos horas de tensión y espectáculo o, por lo menos, alguno concreto más allá de la inevitable sensación de redundancia que tendrán los aficionados al deporte, conocedores sin ninguna duda de una de las historias personales más arrebatadoras de la historia de la F1. De ahí que la cinta no tenga como eje de su argumento el accidente de Niki Lauda y su casi inmediato regreso espartano, sino que el guionista Peter Morgan (El Último Rey de Escocia, Más Allá de la Vida) se sirve del trágico suceso como el catalizador más importante en la relación de austríaco con el piloto que aprovechó su ausencia de las pistas para hinchar su propio marcador, James Hunt.


Es durante su primer acto, después de un prólogo que avecina el inevitable choque que terminó produciéndose en agosto de 1976 en el Gran Premio de Alemania, cuando la película se aprovecha de su clasificación dentro del subgénero de los biopics para presentar a los personajes formalmente, dentro de un esquema cronológico respetuoso con la ascensión de Hunt y Lauda a la primera línea, explicando sus motivaciones y su visión de la competición, alternado con una visión no demasiado concienzuda -ni pesada- de sus respectivas relaciones matrimoniales con los personajes de unas correctísimas Olivia Wilde (House, Tron Legacy) y Alexandra Maria Lara (Control, El Lector). Pero una vez se asientan los roles y la importancia de conocer las reglas y el funcionamiento de la Fórmula 1 pasa a un segundo plano, cuando tanto ese austríaco avinagrado y de actitud 'roedoresca' como su nihilista rival gozan cada uno de la simpatía y el rechazo del público a partes iguales, es donde Rush descubre su potencial, sacándole hasta la última gota de jugo a la histórica rivalidad entre ambos pilotos.

Hasta tal punto el relato tiene a sus actos al servicio del desarrollo de personajes que durante la inevitable secuencia en la que nos muestran la rehabilitación de Lauda, mientras le realizan una dolorosísima aspiración de pulmón, da la sensación de que sus gritos de rabia son resultado de los éxitos de su rival y no de la agonía que está sufriendo a pocos días de su accidente. Por supuesto, los gemidos del austríaco no sonarían de la misma forma de no contar, bajo una estudiadísima y nada cargante capa de maquillaje, con el rostro de ese gran intérprete llamado Daniel Brühl (Malditos Bastardos, Eva), aunque sería injusto alabar su labor por encima de la Hemsworth por la simple razón de que se trate de un rol que permite un mayor lucimiento, y más cuando ambos encarnar a sus partes con el máximo parecido con la realidad.

Como era de esperar tras la aparición del primer tráiler, otro de los puntos fuertes de la cinta se encuentra en las secuencias a ras de asfalto, en la que el director de fotografía Anthony Dod Mantle (Dogville, Slumdog Millonaire) logra hacer justicia, por fin, a un deporte que no había tenido la oportunidad aún de servirse de la técnica moderna para lucir en pantalla grande con la grandilocuencia que merece. Además, en un bien medido sentido del espectáculo, Howard opta por cortar las carreras cuando le place, siempre al servicio de un ritmo que no baja de los 300km/h a lo largo de las dos horas que dura la cinta, mientras los aficionados al deporte más caro del mundo a buen seguro se retuercen de placer en sus butacas.


Con Rush, Ron Howard vuelve a demostrar lo bien que le sienta desprenderse de esa pátina de superficialidad que otorga el sello de "una gran historia americana", presente en su currículum desde Apolo XIII hasta Una Mente Maravillosa, pasando por Cinderella Man, y nos recuerda, como ya hiciera en El Desafio: Frost Contra Nixon, el gran cronista en el que puede convertirse sin la necesidad de prescindir de su apego a la pura fórmula, sino sirviéndose de ella para convertir un relato ambientado en los entresijos de la F1, con una renovada legión de seguidores en nuestro país durante los últimos años, en el último gran exponente hollywodiense del entretenimiento sin fisuras y de vocación generalista. Y éso, en un panorama en el que las mejores historias y personajes han emigrado a la pequeña pantalla y a los circuitos más independientes, ya es todo un acontecimiento merecedor de descorchar una gran botella de champagne.

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1 COMENTARIOS:

Anónimo dijo...

Un apunte, yo omitiría el tema clave de la peli, porque habrá gente que no sepa lo que ocurrió ni ha visto el film, pero como veáis.

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