Tras los decepcionantes intentos por perpetuar al personaje que
Anthony Hopkins hizo celebre con la
fabulosa película de Jonathan Demme, El Silencio de los Corderos, muchos nos
temíamos que este nuevo acercamiento a Hannibal
Lecter pudiera ser otro fracaso absoluto y más teniendo en cuenta la sobrexplotación que están teniendo últimamente en televisión los asesinos en serie, ya sea en The Following, Bates Motel o Dexter. Cada uno a su manera, ni Ridley Scott ni Brett Ratner -de Michael
Mann ni hablemos- supieron encontrar el tono y el carisma del personaje que Demme sí supo adaptar, aunque bien es
cierto que el director de Philadelphia
contaba con mejor material literario que sus sucesores. Sin embargo, tanto los nombres de David Slade (Hard Candy,
30 Días de Oscuridad) como el de Bryan Fuller (Tan Muertos Como Yo, Criando Malvas), arrojaban la esperanza de encontrarnos ante algo
bien distinto, y vaya que así ha sido en un estreno que bien podría
calificarse como la mejor temporada de este año – con el permiso de The Americans- y cuyo mayor éxito ha consistido en recuperar las raíces más refinadas del personaje y aplicarlas en un sello visual que sólo se puede definir como exquisitamente violento.
Tal y como expusimos en el análisis del piloto, Hannibal supone una apuesta
que podría definirse como sádica en su tonalidad, pero cuya calidad de
filmación y de casting son irrefutables. Porque es cierto que posiblemente nos hallamos ante una serie de excesos, donde la morbosidad e impacto de muchas de
sus puestas en escena se encuentran en un límite donde es difícil discernir entre lo gratuito y el arte macabro.
Si bien es cierto que Spartacus, la
serie de la cadena Starz, ya abusaba en demasía y con premeditación de recursos efectistas, Hannibal no podría nunca categorizarse
del mismo modo resultón, ya que sus pretensiones van muchísimo más lejos: hacia la empatía total con un personaje central que contempla el lado artístico de la muerte. Y es que no debemos olvidar que el buen gusto o el refinamiento siempre
han sido notas predominantes de la personalidad del Dr. Lecter, consiguiendo así
impregnar de su carácter al propio estilismo de la serie.
Desde luego, la apuesta de Bryan Fuller por convertir a Graham en la estrella del espectáculo
en los primeros compases fue tan arriesgada como finalmente acertada, principalmente porque a la hora de la verdad, la confusión de Graham con sus fantasías oníricas y sus
noches en vela no sólo han servido para redondear al personaje, sino que también han funcionado a la hora de construir esa tonalidad para la serie de la que hablábamos al comienzo del análisis. La inquietud y el tono
desapacible con imágenes como el alce negro que comienza como una semilla en
la cabeza que finalmente se desata, han convertido a los espectadores en partícipes en primera persona de la caída en la locura de Will. La demencia y el montaje en
ocasiones premeditadamente errático de ese tipo de escenas es también una de las razones, vísceras y desmembramientos aparte, que convierte a la obra de Fuller en la propuesta más perturbadora y atractiva que
hayamos degustado en los
últimos años.
En cuanto al plato principal del banquete, Mads Mikkelsen fue una
elección para interpretar al personaje cuya idoneidad nadie osó poner en duda desde un principio. Este danés de 47 años, aparte de otros
trabajos de menor repercusión pero gran calidad, donde realmente se hizo notar
fue encarnando a la némesis de turno de una de las mejores películas de la
saga Bond, Casino Royale. En el caso de su rol en la serie, el mayor acierto de Mikkelsen consiste en dejar a un lado cualquier encarnación del personaje, haciendo enteramente suyo al Lecter descrito en la novela de Thomas Harris, El Dragón Rojo. En su adaptación televisiva nos encontramos con
un personaje mucho más sombrío y en un entorno donde nunca antes lo habíamos
visto en pantalla, lo que le da una libertad mayor para desarrollar al doctor. Sin duda, Fuller nos abre el apetito poco a poco jugando a placer
con los conocimientos previos que el espectador pueda tener a través de esas
cenas organizadas por el psiquiatra -y confeccionadas por el cocinero español José Andrés-, donde los dobles sentidos están a la par
de su personalidad, nunca pudiendo discernir su juego ni sus intenciones. Una
de las propuestas más interesantes que se han hecho en esta nueva aproximación
al personaje consiste en la inclusión del papel defendido por Gillian Anderson -como el
buen vino, mejora con la edad-, la psiquiatra de Lecter, otorgando incluso una posibilidad de ahondar más allá en el interior de Hannibal en una relación que
se plantea prometedora.
Qué duda cabe que Graham
y Lecter se han convertido en la pareja del año, consiguiendo tanto Mikkelsen como Dancy otorgar una química para sus roles que bien podría acabar
equiparándose a la que Hopkins y Moore
Foster consiguieron en su día. La relación entre ambos se ha ido definiendo
a medida que Lecter iba apoderándose de la pantalla, convirtiendo a Graham en
otro divertimento para saciar su curiosidad fruto de una manipulación oculta bajo el semblante de la devoción y de la amistad. No obstante, a pesar de
conducir a Graham al otro lado del cristal donde nos tenían acostumbrados a contemplar al Doctor Lecter, el espectador sigue sin discernir cuánto de verdad
existe en el afecto que Hannibal le asegura a su propia psicóloga que siente por Graham.
De buscarle algún reparo a esta pirmera tanda de capítulos, éste se encontraría en el resto de secundarios, que no acaban de cuajar de la misma manera que el brillante dúo protagonista en un defecto que comparten muchas series donde el magnetismo de sus roles principales eclipsa al resto. El caso más llamativo por su relevancia es el de Jack Crawford, interpretado por un rollizo Laurence Fishburne, que a pesar de contar con sus propias subtramas, como la que profundiza en la enfermedad de su esposa o en los recuerdos junto a su recluta asesinada a manos del propio Lecter, no acaba de arrancar del todo como referente de interés. El caso de la Dra. Alana Bloom llega a ser incluso más sangrante, no llegando a encajar en ninguna ecuación más que en la del clásico rol femenino de la función y viéndose incluso ensombrecida por alguno de los asesinos de la semana, como ese homenaje velado al trabajo de Anthony Hopkins que supuso la presencia de Eddie Izzard.
De buscarle algún reparo a esta pirmera tanda de capítulos, éste se encontraría en el resto de secundarios, que no acaban de cuajar de la misma manera que el brillante dúo protagonista en un defecto que comparten muchas series donde el magnetismo de sus roles principales eclipsa al resto. El caso más llamativo por su relevancia es el de Jack Crawford, interpretado por un rollizo Laurence Fishburne, que a pesar de contar con sus propias subtramas, como la que profundiza en la enfermedad de su esposa o en los recuerdos junto a su recluta asesinada a manos del propio Lecter, no acaba de arrancar del todo como referente de interés. El caso de la Dra. Alana Bloom llega a ser incluso más sangrante, no llegando a encajar en ninguna ecuación más que en la del clásico rol femenino de la función y viéndose incluso ensombrecida por alguno de los asesinos de la semana, como ese homenaje velado al trabajo de Anthony Hopkins que supuso la presencia de Eddie Izzard.
En conclusión, nos encontramos no ya sólo con el posible mejor estreno de largo de la temporada, sino con una de las mejores entregas de arranque que hemos visto en la época dorada de las series. La mala noticia es que Hannibal ha corrido el riesgo de ser cancelada, ya que su audiencia no ha estado a la par de la unanimidad crítica, lo que ha provocado que la cadena retrase unos meses el estreno de la segunda temporada y se ponga en peligro la visión completa de Bryan Fuller, consistente en un proyecto de siete temporadas donde tres discurrirían libremente al margen del material de Thomas Harris, siendo la cuarta basada en El Dragón Rojo en su totalidad, la quinta en El Silencio de los Corderos, la sexta en Hannibal y la séptima en un final inédito que serviría como conclusión definitiva para el personaje. Sin duda, un menú delicioso que cualquier amante de Lecter pagaría por degustar. Yo ya estoy reservando mi apetito.
1 COMENTARIOS:
A mi parecer , como secundarios, también desarrollan un remarcable trabajo, la periodista Freddie Lounds y la atormentada Abigail. La verdad que han acertado y revitalizado tanto el genero de los asesinos en serie en la televisión, como los personajes de Tomas Harris.
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