Crítica de cine: 'Hitchcock'

La esposa del suspense



Nota: 5,5

Lo mejor: Helen Mirren como la mujer del maestro.
Lo peor: Joaquin Reyes Anthony Hopkins, pero no es culpa suya. 

Si algo queda claro después de ver el debut en la ficción del director del impagable documental Anvil: El Sueño de una Banda de Rock es que es imposible saber cómo era realmente Alfred Hitchcock. Entre los rumores y habladurías de sus colaboradores sobre su complejo carácter y la estudiada personalidad mediatica que él mismo se fabricó gracias a cameos, anuncios de sus propios filmes y sobre todo a su programa televisivo, La Hora de Alfred Hitchcock, se hace tremendamente complicado esbozar una idea de quién era en realidad ese inglés bajito y tímido que dirigió casi seis decenas de películas de una forma única e irrepetible, como hacen los genios. Este acercamiento del realizador Sacha Gervasi intenta profundizar en la psicología detrás de la silueta más ilustre del mundillo pero sin atreverse a prescindir de ese disfraz tan característico del Hitchcock personaje, el que navega entre la solemnidad más estoica, el puro morbo y el humor negrísimo, imprimiendo a toda la cinta una sensación de falsedad constante y anulando de un plumazo cualquier aspiración académica. Y es una lástima, porque el elenco femenino liderado por Helen Mirren sí está a la altura -hasta Jessica Biel- de la que estaba destinada a ser una de las cintas del año y que se ha quedado en una anécdota tan insulsa como inofensiva.


Hitchcock sigue a rajatabla la moda reciente de ambientar las películas protagonizadas por célebres personajes reales en un breve periodo de tiempo de su vida en lugar de servirse de la fórmula clásica del biopic "nació, triunfó y murió". En este caso, ese marco temporal comprende unos meses de 1960, justo cuando el cineasta ve como su mayor éxito hasta la fecha, Con La Muerte En Los Talones, coincide con su sesenta cumpleaños. Se trata del momento más dulce de la carrera del realizador, pero también el más estresante. El maestro tiene que lidiar con productores ignorantes que le reclaman una y otra vez la misma película y, además, él mismo empieza a creer que la sobreexposición a los medios, fundamentalmente en televisión, ha desprestigiado la marca 'Hitchcock'. De ahí nace un empeño casi irracional por fabricar una película nueva y revolucionaria. Algo nunca antes visto que sea capaz de revolver al espectador en todos los niveles posibles. Hablamos, por supuesto, de Psicosis, esa cinta de pequeño presupuesto en la que su protagonista muere a la mitad del relato y que se atrevía a narrar una historia de esquizofrenia y travestismo a una sociedad que consideraba ambos temas tabú.



Precisamente ése es uno de los mayores aciertos del filme, su precisión a la hora de contextualizar al espectador en un momento muy concreto de la vida del prestigioso realizador, por lo menos de puertas hacia afuera. El problema es que, mas allá de una siempre bienvenida clase de historia del celuloide, lo que realmente pedíamos de este acercamiento a una figura tan compleja era desgranar de una vez por todas la mente del genio. Asistir a una lucha entre un hombre capaz de hipotecar todos sus bienes por sacar adelante un proyecto en el que sólo él cree y que, como todos sabemos, acabará siendo una de las películas más importantes de la historia del cine. Un 'Hitchcock versus El Mundo', que diríamos, en el que la agonía del protagonista por mantener íntegra su visión artística se debería de traducir en un combate épico entre el talento y los convencionalismos de la industria. Todo eso está, pero de forma testimonial. 

Hitchcock dura hora y media pelada y durante ese tiempo no sólo nos cuentan la historia de la gestación de Psicosis, sino que también intentan esbozar la discutida obsesión del personaje con sus actrices y la gélida relación con su esposa, logrando que todos los frentes queden desdibujados. Aunque es en las secuencias más cotidianas, ésas en las que el personaje toma un baño o disfruta de un libro en la soledad de su despacho, cuando la sensación de falsedad se hace más patente, dando la impresión de estar ante los momentos previos a la grabación de una de las famosas autopromos que protagonizaba el cineasta en vez de configurarse como ventanas privilegiadas a la vida íntima de Hitchcock.


Tampoco funciona del todo esa historia paralela que narra el filme con sus recreaciones realistas de los crímenes de Ed Gein, la inspiración para el famoso personaje de Norman Bates, que asaltan la pantalla con la forma de pesadillas del protagonista. En su osadía de debutante, Gervasi se ha abierto demasiados frentes y no ha sabido quedarse con uno. De ahí que asistamos encoñados a las inocentes escapadas de la esposa de Hitchcock, Alma Reville, junto a su colega escritor, Whitfield Cook (Danny Huston), en lugar de disfrutar de más secuencias como las que recrean el rodaje de la escena clave de Psicosis, la de la ducha, y que suponen todo un gustazo no sólo por contar con una gran cantidad de guiños cómplices (como una alusión al parpadeo de Janet Leigh), sino también por disfrutar, esta vez sí, de unas caracterizaciones para Scarlett Johansson (Leigh), Jessica Biel (Vera Miles), James D´Arcy (Anthony Perkins) o la gran Toni Collete (la secretaria del realizador, Peggy Robertson) que no pecan de exceso y dejan espacio a sus intérpretes para que hagan suyos a los personajes, aunque sea por una cantidad ínfima de tiempo en pantalla. 


Menos mal que, por lo menos, la encargada de dar vida a Reville es Helen Mirren, una actriz que no sabe dejar de ser lo mejor de las películas en las que participa. La fuerza de su trabajo en Hitchcock llega a un punto en el que no sería nada descabellado preguntarse cómo hubiera quedado el resultado final de haber estado el foco puesto en su personaje, relegando la artrítica recreación de Hopkins a un segundo plano honorífico. Y es que, sepultado bajo ese grotesco maquillaje, al veterano intérprete solo le queda un arma que, además, en nuestro país ni siquiera podremos disfrutar: la voz. El protagonista de El Silencio de Los Corderos concentra todo su talento en imitar con gran acierto la característica forma de expresarse de Hitchcock... y ya. Seguramente, debajo de las 15 capas de cemento, Hopkins también nos regale otra interpretación colosal de un personaje real a la altura de Nixon o Burt Munro, pero es imposible saberlo. 


Tampoco vamos a negar que Hitchcock puede pasar como una película agradable por la que no duele invertir sus escuetos 98 minutos de metraje, pero está muy lejos de convertirse en ese ejercicio de metacine que su leyenda pide a gritos, no por no contar con un material de partida potente, sino por las ansías de Gervasi por capitalizar el mayor número de aspectos en la vida del cineasta sin adentrase en ellos con un ápice de autenticidad, mostrando al hombre, marido o anciano en lugar de al mito eternamente vestido con traje de enterrador. Para eso ya tenemos el telefilme de HBO The Girl; más serio, pausado y también lejos de la maestría, pero con el foco puesto en un sólo frente: la obsesión por las rubias del realizador (además, el maquillaje de Toby Jones da muchísimo más el pego que el del pingüino chanante que le han calzado a Hopkins). En cambio, Hithcock, la pelicula, quedará relegada junto a RKO 281 o Colour Me Kubrick al cajón de los biopics inspirados en grandes realizadores que no pasan de la mera simpatía y buenas intenciones, sin llegar a la talla de ilustres exponentes de este particular subgénero como Cazador Blanco-Corazón Negro, Dioses y Monstruos y especialmente Ed Wood. De todas formas, es cierto que la película inspira unas ganas tremendas por revisionar -o descubrir- Psicosis, y eso no puede ser algo malo.

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1 COMENTARIOS:

Jair dijo...

Coincido en que lo mejor de la película es Helen Mirren y la excelente actuación de voz de Hopkins.. Me divertí al verla, me reí por ratos..

Incluso el principio se me hizo alegre, Hitchock narrando el inicio de la película..

En fin, me pasé un rato agradable viéndola..

PD. Creo que la escena de la regadera le quedó muy bien a la Johanson..

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