Tras la fantástica despedida a Enrique VIII que Showtime nos regaló en Los Tudor se quedaba libre el hueco para superproducciones históricas del canal, y si la tormentosa historia de mujeriego rey les funcionó, ¿Por qué no probar con la macabra historia de Los Borgia? Desde luego, es una trama con filón; traiciones, sexo, corrupción, religión… es decir, todos los ingredientes para convertirse en el nuevo buque insignia de la cadena, y más aún si el principal responsable de la serie es nada menos que Neil Jordan director de las magníficas Juego de Lágrimas y Entrevista con el Vampiro.
Sin embargo, algo falla, como si le faltaran piezas al puzzle o el juego estuviera trucado. Lo cierto es que lo tenían fácil con un servidor ya que nunca llegué a ver la película y ardía en deseos de conocer con más detalle la historia de una familia que más que devota, era mafiosa. Los Borgia lo intentan pero no lo consiguen y no es que le falte presupuesto o actores de renombre, simplemente los guiones y el desarrollo de la historia nunca llegan a cautivar realmente al espectador porque no consigen transmitir veracidad a lo que están contando.
La primera temporada de Los Borgia comienza con la elección de Rodrigo Borgia (Jeremy Irons) como el nuevo Papa del Vaticano. Para ello, vemos como la corrupción abunda entre los descendientes de San Agustín. A partir de este punto, se entablará una dura pugna entre uno de los cardenales más devotos a la pureza del vaticano, Della Rovere (Colm Feore), y el Papa Alejandro VI por la supervivencia del papado de Roma. Para ello el determinado cardenal Rovere se verá en la encrucijada de abrir la caja de Pandora para derrocar a los Borgia utilizando al Rey De Francia Carlos III para abrirse paso hasta las puertas del Vaticano a base de cañonazos. Literalmente.
Lo cierto es que visto el argumento es difícil que la historia no tenga interés. Sin embargo, Los Borgia carece de apenas intensidad, tan sólo pisando el acelerador en sus dos últimos episodios. El ritmo en ocasiones es denso y las tramas demasiado previsibles compuestas por personajes poco o nada definidos carentes de todo interés. Y es aquí donde quiero dejar constancia la mayor decepción, y no es otra cosa la falta de carisma total de Rodrigo Borgia.
Jeremy Irons siempre ha sido considerado como uno de los grandes (aunque tiene sus fiambres en el armario; Eragon, La máquina del tiempo…) pero dando vida a Rodrigo Borgia durante los nueve episodios que dura la primera temporada parece que lo ha hecho con el piloto automático encendido. Si los Tudor me apasionaron por la magnífica interpretación de Jonathan Rhys Meyers, con Los Borgia esperaba algo que se le acercase al gran personaje televisivo que fue Enrique VIII. Pero con El Papa Alejandro VI no se atisba ninguna complejidad en un personaje totalmente irrelevante. En ocasiones vemos a un Rodrigo creyente, y en otras a un mero criminal que lucha por la supervivencia de su familia, sin saber quién es realmente Rodrigo Borgia. ¿Existe atisbo de conciencia en cada uno de sus delictivos actos? En ningún momento se hace amago de querer adentrarnos en el personaje y tan solo se dedican a relatar los hechos. Además, esa caracterización tan amanerada que le otorga el actor de fantástica La Casa de Los Espíritus no ayuda al personaje.
Lo mismo ocurre con otro personaje, Cesar Borgia (Francois Arnaud) al cuál no se consigue verosimilitud al papel del hijo del Papa Borgia. Otro personaje totalmente desaprovechado cuya historia de amor a lo Pájaro Espino nos ha otorgado minutos soñolientos. La única que se salva de la quema de la familia Borgia al margen de la madre, es la hija Lucrezia Borgia (Holliday Grainger) cuyo rostro angelical y su buen hacer en la pantalla hacen que el barco Borgia no navegue a la deriva. Terminando con el casting, apuntar también a un acertado Rey de Francia interpretado por Michael Muller.
Sin embargo, por muchos palos que le haya dado a Los Borgia, no es una mala serie ni muchísimo menos, tan sólo una oportunidad desaprovechada. Lo cierto es que los exteriores y escenarios son impresionantes, al igual que en las batallas donde vemos que la cadena Showtime no ha reparado en gastos a la hora de contratar a extras y elaborar los vestuarios. Sin embargo, y aunque la historia seduzca, esta llevada de una forma demasiado tibia demasiado blanda y en ningún momento llegamos a conectar con esa atmósfera que no debiera diferenciarse tanto de otras que nos han regalado series como Yo, Claudio o la aclamada Roma.
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