Crítica de cine: Chéri

Amor a medio gas con una Pfeiffer imponente

Nota: 6

Lo mejor: Michelle Pfeiffer, inmortal.

Lo peor: Que Stephen Frears no elija proyectos con más fuerza.

Chéri no sólo es una película menor entre los estrenos que hemos tenido esta semana, también lo es dentro de la filmografía del que a mi forma de ver es uno de los directores más interesantes de la actualidad. Para los que no le conozcan, hablamos de Stephen Frears, la mente detrás de peliculones como Las amistades peligrosas, Mi hermosa lavandería o  Alta fidelidad. Y quizás sea por mi especial predilección por esta última que me cuesta ser imparcial con el director inglés. Pero esto es una crítica de Chéri, y como diría mi abuela, "aquí no hay mucho donde rascar".

Lea (Michelle Pfeiffer) es una prostituta del Paris del siglo XX que una vez llegada a cierta edad decide dedicarse a disfrutar de la fortuna que ha logrado amasar gracias a sus conquistas de juventud. Pero se topa en su camino Chéri (Rupert Friend), el hijo de una compañera de profesión (inmensa Kathy Bates) cuyo misterioso atractivo (no es cosa mia, lo dicen en la cinta) llama su atención como nunca un hombre lo habia hecho antes. Y eso es la película, las idas y vueltas de la pareja mientras luchan contra la mutua diferencia de edad, el indecoroso pasado de ella y el incierto futuro de él.

Poco más se puede destacar más allá del placer que supone ver en pantalla a una Michelle Pfeiffer más guapa que nunca como eje del relato. Porque una cosa está clara, aunque el título de la cinta haga referencia al protagonista masculino de esta historia de amor, sin la estrella de Lo que la verdad esconde esta película no tendría razón de ser. Pero por muy guapa que aparezca Pfeiffer, el personaje no termina de ser el vehículo de lucimiento que todos esperabamos, ya que no se entiende como una mujer tan imponenete puede caer rendida ante un chaval enclenque y con pinta de emo del pasado. Cosas del amor supongo.

La interpretación del joven Rupert Friend tampoco ayuda al conjunto, ya que aunque no dudo que lo que muestra en pantalla sea exáctamente lo que le han pedido, simplemente no dá el físico adecuado con esa imagen de amago de Orlando Bloom pero que tira más hacia Pete Doherty. Aunque clalro, al igual que un servidor sólo tenía ojos para Michelle Pfeiffer, segúramente el sector femenino encontrará cierto encanto en el aura atormentada que rezuma el personaje por todos los poros de su cuerpo (más desnudo que vestido a lo largo de los 90 minutos de metraje).

Menos mal que dirigiendo el cotarro tenemos a Frears, que como ya hizo con Mrs. Henderson presenta, con esta Chéri se ha tomado un relajado descanso tras dramas tan intensos como The queen, y cuyo gusto por el detalle y la luminosidad quedan perféctamente plasmados. Pero es una lástima comprobar como tanto talento queda relegado a un segundo plano por una historia sin demasiado interés.

Es ese guión tan superficial y apresurado el que convierte a la cinta en una sucesión de escenas sexuales y de tonteo, más allá de explicarnos en detalle las complicaciones de un amor tan átipico. Los problemas sociales y personales de la pareja quedan relegados a un segundo plano, ya que por mucho que dichas dificultades afecten a los personajes, se nota que lo fundamental es que el vestido de la Pfeiffer esté perféctamente planchado y su rostro estratégicamente iluminado. Si esa era la idea. Misión cumplida. Para la próxima espero que aprovechen los decorados y el estado de gracia que atraviesa Pfeiffer para contarnos algo más interesante.

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