Crítica de cine: 'Carrie' (2013)

El clásico en su versión 2.0


Nota: 5

Lo mejor: Julianne Moore.
Lo peor: que ni iguala ni supera a la de Brian de Palma.

No voy a entrar esta vez en el debate de la necesidad de un remake como el que nos ocupa e insisto, remake, porque denominarlo "nueva adaptación" de la obra homónima de Stephen King no tiene ningún sentido cuando la fuente de inspiración directa, con algún matiz que otro, ha sido la primera versión que Brian de Palma llevó a la gran pantalla allá por el 76. Éso es así porque ni este último realizador ni Kimberly Peirce, la osada que está tras esta recién llegada Carrie, han sido totalmente fieles a la novela del escritor, la cual cuenta con una protagonista feucha entrada en carnes y distinto desenlace. La directora, en lugar de ceñirse a la historia literaria, ha preferido continuar la estela de su colega de profesión en cuanto a desarrollo de personajes y trama, aunque con un tratamiento más simplista, superficial y recatado del que nuestro viejo amigo imprimió a la primera Carrie cinematográfica en aquellos tiempos en los que un realizador mantenía cierta firmeza en sus convicciones y no se doblegaba ante las exigencias de un mercado como el actual, empeñado en abarcar amplios sectores de audiencia y atraer a adolescentes más preocupados por su última foto de perfil del Whatsapp que por su enésimo suspenso en mates.

Precisamente, con el objetivo de ofrecer un relato actualizado del clásico a las nuevas generaciones parece haberse engendrado esta versión, con un trasfondo más masticado y menos alegórico de la sexualidad femenina que el antiguo para ahorrar esfuerzos a la mente joven. También menos explícito con el fin de que la clasificación quede en una comercial R (no recomendada para menores de 18) y más contemporáneo, claro, en la confección de contextos en los que no falta la presencia de la tecnología moderna en forma de móviles y redes sociales, armas de un bullying abierto al público que ya no queda reservado a la argamasa de las aulas y el recuerdo. No extraña, por tanto, que si se buscaba un retrato del comportamiento adolescente de hoy en día, la elegida para la misión fuera Peirce, que debutó en el 2008 con la acertada Boys Don't Cry y reafirmó su sensibilidad hacia la rebeldía propia de la edad y la incomprensión por parte del mundo adulto en su segundo largometraje Stop-Loss, algo menos convincente, pero válido. Cinco años después, la realizadora pega un salto al cine comercial para embarcarse en esta revisión.


No lo tenía fácil la señorita para, no ya superar -casi un imposible-, sino igualar la gran obra del responsable de Scarface, misión suicida si nos ceñimos al objetivo de ofrecer un homenaje para los recelosos fans del clásico, quienes, sin duda, no hallarán siquiera consuelo en una correcta Chloë Grace Moretz y una estupenda Julianne Moore, que toman los testigos de Sissy Spacek y Paupier Laurie para volver a reproducir casi la misma historia. Carrie White es una chica extraña, tímida y marginada que sufre el acoso escolar de sus compañeros y el maltrato físico y psicológico de su madre Margaret, una mujer extremadamente religiosa y con una pedrada en la cabeza considerable. La joven, tras una traumática experiencia con su menstruación, descubre que posee poderes telequinéticos. Entretanto, Sue (Gabriella Wilde), una compañera de clase de nuestra protagonista, se compadece de la chica y le pide a su novio Tommy (Ansel Elgort) que acompañe a la muchacha al baile de fin de curso para que se integre, una idea cojonuda en apariencia, hasta que debido a la mala fe de otra de las alumnas (Portia Doubleday) y su chico (Alex Russell) la fiesta se transforma en una sangrienta velada.

Por supuesto, la actriz de Kick Ass cumple con su cometido y defiende un complicado rol que, sin embargo, no puede competir con el virtuosismo interpretativo de aquella rubia pecosa original, cuya apariencia famélica transmitía mucha mayor fragilidad que la que evoca Moretz, claro que si dejamos a un lado las comparaciones, inevitables y odiosas, a esta última debe serle reconocido el esfuerzo realizado. No obstante, la gran estrella indiscutible es, en esta ocasión, la madre de la criatura en la ficción y la más veterana del elenco, Julianne Moore, cuya labor tiene carisma propio y no tiene nada que envidiar a las antiguas versiones de Margaret White. Menos acertado ha estado el casting en lo correspondiente a los secundarios, escasamente convincentes en sus respectivos papeles y con cierto chonismo latente, aunque teniendo en cuenta su relevancia en la trama, tampoco importa demasiado.


A lo que sí se ha prestado más mimo es a la manufactura técnica, que, como no podía ser de otro modo, se presenta como el único apartado que puede presumir de superar a cualquier otra adaptación. Claro que ello no maquilla el resultado final: un remake bastante pobre que además adolece de un desenlace cutrecillo y menos potente que el del film de De Palma o el de la propia novela, que difieren entre sí.

Esta renovada Carrie servirá de mero entretenimiento para el sector adolescente que se aproxima por vez primera a la turbia historia, sin causar el mismo efecto en el espectador experimentado y conocedor de la estupenda versión cinematográfica capital, que contenía la magia y el talento que esta recién llegada no comparte. Y podemos dejar de lado la comparación, pero es que la cinta ya no sólo pierde contra la enorme sombra que le acecha, sino que por sí sola tampoco está en posición de aportar nada al género, cumple al menos las fantasías más macabras del pobre tonto de la clase y alecciona al abusón de turno.

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1 COMENTARIOS:

El Gusanillo dijo...

Muy de acuerdo en todo. Se moderniza la historia pero se pierde tensión. La original es deliberadamente incómoda e inquietante. Esta parece que busca todo lo contrario. Y no me ha gustado nada ese exceso gestual de Moretz en las escenas en las que desata su poder. Era mucho más efectiva y más terrorífica la pose impertérrita e inmovil de Spasek, y esos ojos desorbitados.

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