Crítica de TV: 'The Walking Dead' (Temporada 3 - parte 1)

y Pablo de los Ríos.

Aquí ya no huele a muerto


The Walking Dead es una de las series más controvertidas del momento y no le faltan razones para ello. Y es que a lo largo de sus tres años de andadura, sus índices de audiencia han crecido exponencialmente hasta llegar a los más de diez millones de espectadores (una auténtica barbaridad teniendo en cuenta la AMC es una cadena de pago), contrastando una vez más que la moda zombi permanece en pleno apogeo una década después de que Amanecer de los Muertos, 28 Días Después y Resident Evil reabrieran la veda.

El camino recorrido por la serie creada por -el después "despedido"- Frank Daranbont comenzó con uno de los mejores pilotos de la televisión moderna y una primera entrega desequilibrada pero atrevida y hasta cierto punto experimental. Las buenas intenciones no tardarón en desplomarse nada más situarse la trama en el odiado escenario agrícola en el que se ambientó toda la segunda entrega, introspectiva, excesivamente dilatada y muy, muy aburrida. No obstante, la tercera temporada se ha presentado ante nosotros con los deberes hechos. Con las tramas del cómic aprendidas no con afán de reproducirlas al milímetro pero sí con un espíritu de respeto y fidelidad a lo que se ha demostrado que es de probada eficacia. Con esa base detrás y las ganas de remontar el vuelo, sólo era necesario un poco más de acción y gore junto a un personaje capaz de provocar más terror que los propios caminantes y encarnar el mensaje desesperado y cruel que pretende transmitir esta obra. El gore se llama Michone. El personaje, El Gobernador.

No siempre ha sido fácil ser fan de The Walking Dead. El recorrido ha estado lleno de altibajos con personajes desdibujados primero y con exceso de trazo después. Muchos se bajaron del barco en la segunda entrega -sobre todo seguidores del cómic escandalizados en exceso- a la luz de la lentitud en la que se iban desarrollando los acontecimientos en torno la granja. No obstante y tal y como ya comentamos hace un año, el trayecto sirvió para que asistiéramos a un final de infarto donde el fuego que consumió el refugio de nuestros protagonistas vaticinaba las ansias de renacimiento de la serie. Rick (un Andrew Lincolm "en crecimiento"), gracias al enfrentamiento forzado contra el otro macho alfa de la manada, Shane (un poco reconocido Jon Bernthal, al que pudimos ver en el último episodio emitido en un guiño muy de agradecer), dejaba de ser el ex-policía reconvertido en boy-scout postapocalíptico y se convertía en un superviviente. En un ciudadano de este nuevo mundo. Ya era maldita hora.


La tercera temporada arrancaba prácticamente donde nos dejaba la anterior, con el susto en el cuerpo tras el ataque zombi a la granja y la nueva política del “haz lo que te ordeno” de Rick, finalmente consciente de lo que se le exige a un hombre en su posición: seguridad. La cárcel, en esta ocasión, representa ese objetivo. Nadie pide que más que un agujero a salvo de mordedores donde por fin quizás encontrar algo de confortabilidad entre los peligros de la nueva jungla. Sin embargo, a diferencia de lo sucedido en las acogedoras tierras del viejo Hershel, esta vez no es el mordisco del zombi lo que más hay que temer. La prueba de fuego para demostrar realmente hasta qué punto Rick es capaz de llegar para liderar el grupo se esconde en el comedor de la prisión, donde un sospechoso grupo de reclusos ha sobrevivido al fin del mundo y reclaman un refugio al que ellos llegaron primero. Algunos pasan el filtro impuesto por el antiguo sheriff. Otros no.

Por otro lado, hemos visto como en esta primera mitad de la temporada han sabido dinamizar el ritmo gracias a la llegada de Andrea a Woodbury y a la presencia de su líder, El Gobernador, un David Morrissey que ha conseguido meternos a todos en el bolsillo con su encantadora verborrea y, por supuesto, con su discrección felina, resultado de años de experiencia escondiendo muertos en el armario (literalmente). En cambio, un personaje tan badass como Michone, aunque resulta un tremendo soplo de aire fresco y un recurso inmejorable al que echar mano cuando las cosas se ponen lentas, no termina por plasmar del todo sus motivaciones seguramente resultado de una traslación sin ningún cortafuefos del personaje de las viñetas. Danai Gurira intenta aportar matices al rol pero parece que necesitará algunos kilos más de papel de guión para dejar claro que detrás de los bíceps del personaje se esconde una personalidad completa.


En cuanto al resto de personajes, el regreso de Merle ha sido menos épico de lo esperado a pesar del buen hacer de Michael Rooker. Un contratiempo solventado por el tremendo crecimiento de Daryl, la nueva condición de Heshel y la redención final de Lori. Como siempre, las despedidas han estado a la orden del día, aunque dudo que nadie extrañe en exceso la marcha de T-Dog. Otro de los roles que va ganando peso y fuerza a marcha lenta pero segura es Carl, el vástago de Rick, que poco a poco está demostrando tener más sangre fría que su padre. Y es que se trata del único miembro del grupo para el que la vida normal tal y como la conocemos fue sólo un sueño de infancia. Carl no necesita olvidarse de la civilización para traspasar los límites. Él ya es un hijo pleno del nuevo mundo

Eso es lo más importante que está logrando esta temporada. Transmitir esa sensación. Acercarse al espíritu con el que The Walking Dead se concibió, similar al de otro éxito reciente como es Breaking Bad, que no es otro que honrar el dicho "no hay peor enemigo para el hombre que el propio hombre". La elección de un representante de las fuerzas del orden como protagonista de esta obra no es casual y ver su transformación hacia el lado oscuro es la gran baza que por fin está explotando la serie. El Gobernador es la prueba viviente de esa oscuridad, no tanto un reverso oscuro sino más bien una meta hacia la que se dirige el protagonista. Se trata de un personaje que, como su propio apodo nos da a entender, representa las dos vertientes de la moneda con su encantadora presencia y su perversión oculta, las cuales alterna a placer como buen conocedor de la naturaleza humana. Él es el único dirigente que la nueva humanidad parece haber encontrado y estamos seguros de que Rick aprenderá mucho de la experiencia.


En definitiva, lo que hemos podido palpar en esta primera mitad de temporada, además de una mayor cantidad de miembros amputados y estómagos reventados que en otras entregas, son ganas de hacer bien las cosas de una vez por todas. Es cierto que la temporada ha ganado enteros en acción; aunque no es menos verdad que dichas escenas no están todo lo cuidadas que deberían, con coreografías poco originales y chorretones de sangre digital. Pero en lo importante, que es el entretenimiento y la tensión, The Walking Dead parece haber encontrado un hábitat propio tras unos inicios en los que su línea argumental básica erraba sin rumbo fijo. Ahora la duda es ver si los guionistas serán capaces del mantener el ritmo a la luz de la cantidad de acontecimientos que nos han mostrado en estos primeros ocho episodios. A partir de febrero, mes en el que empezarán a emitirse la mitad restante de la tercera temporada, saldremos de dudas.

A continuación os dejo una recopilación de avances subtitulados del episodio 3x09 que he encontrado por Youtube:



Nota: el análisis no tiene calificación numérica por tratarse sólo de unas impresiones sobre parte de la temporada y no una crítica de la obra completa.

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3 COMENTARIOS:

Anónimo dijo...

Yo ahora mismo me acabo de poner con TWD
¿para cuando la crítica de Dexter? Que por lo menos según mi opinión esta temporada tiene bastante de lo que hablar.

Pablo de los Rios dijo...

Te espera un largo camino hasta lo bueno, anónimo.

Antes que Dexter publicaremos la de Homeland, pero está en la lista.

Anónimo dijo...

A mi simple y llanamente, esta temporada me está pareciendo buenísima ;), me tiene totalmente enganchado, nada que ver con el muermo de la anterior temporada..

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