Crítica de cine: Moneyball

Gran hombre blanco conquista el mundo (del béisbol)


Nota: 6,5

Lo mejor: La buena intención del director de innovar en un género ultra-exprimido
Lo peor: que no termine de conseguirlo.

Hay quien diría que una película basada en estadística deportiva que deja de lado dos elementos tan lucidos como la espectacularidad de los partidos o el mundo de la fama está condenada al fracaso. No tanto. En Estados Unidos solo hace falta amoldar la historia a un hecho real y conocido por todos con un actor de primera línea al frente para conseguir un taquillazo. Pero para obtener un buen filme en líneas generales hace falta mucho más. Y así es como nos han vendido Moneyball: con 5 nominaciones a los Oscar, incluida la de mejor película, y a años luz de otras cintas de género como Miracle, por poner un ejemplo reciente. Una verdad a medias, ya que el afán del guionista Aaron Sorkin por hacer asequible una premisa nada sencilla, termina por convertir a Moneyball en la versión más lujosa de esas películas de autosuperación de las que pretendía huir.

Billy Beane (Brad Pitt) es un exjugador que en 2001 ocupaba el puesto de director general del equipo con menos presupuesto de la liga, los Oakland Athletics. Cansado de perder, Beane junto a su nuevo asistente, Peter Brent (Jonah Hill), decide hacer borrón y cuenta nueva adaptando la plantilla del equipo a las posibilidades económicas reales del club. El problema es que esa tarea, nada sencilla en circunstancias normales, se complica aún mas cuando el protagonista vuelca toda su confianza en una fórmula matemática que, en teoría, es capaz de concentrar todas las habilidades de cada jugador en un solo número dejando de lado conceptos tradicionalmente consustanciales al éxito deportivo como la intuición, la fama y la experiencia. El consejo de administración del club no tarda en escandalizarse, y es que como uno de sus miembros recuerda, no dejamos de estar ante un antiguo jugador sin estudios que ahora está dejando los puestos de todos sus trabajadores en manos de una ecuación creada por un asiático que jamas ha jugado al béisbol.


Asistimos, por tanto, a un Brad Pitt vs El Mundo que se convierte en una lucha épica por la sencilla razón de que el guión de Steven Zaillian (el Millenium, versión Fincher) y Aaron Sorkin (La Red Social) está basado en hechos reales. Es el relato auténtico del último gran cambio en la concepción de uno de los deportes estrella para los estadounidenses. Vamos, que ganen los Athletics la liga o no, -o consiga Zuckerberg ligar con la chica o no-, la sensación de que estamos asistiendo a algo importante no desaparece nunca. Y quizás es por eso que Sorkin se ha permitido aligerar demasiado no solo la terminología económica y los conceptos mas complejos, sino también las motivaciones de los personajes. ¿Por qué Brent deja su trabajo para seguir ciegamente al manager del equipo que menos podrá pagarle? En la vida real seguro que la relación entre ambos tardó más en forjarse que el encontronazo que nos muestran en la película, pero que los dos asuman ipso facto sus roles de Quijote y Sancho (y más cuando es Brent el que trae la idea) es el ejemplo perfecto de la poca profundidad real que hay en Moneyball y de la excesiva confianza depositada en una historia que va sobre raíles.

Fallos en la concepción, en definitiva, que no esconden las intenciones de ofrecer algo por encima de la media. En ocasiones, Moneyball parece que lo logra gracias a unos diálogos ágiles y al encomiable ritmo que mantiene (si nos olvidamos de los flashbacks) con algún juego visual con tableros de datos de por medio. Porque al fin y al cabo, por mucho que el mensaje acabe siendo que "cualquier loco con agallas puede triunfar en la tierra del Big Mac", esto tampoco es Un Sueño Posible. La labor del director Bennet Miller va más allá de la de un realizador de telefilms cualquiera. No me refiero a muestras de artesanía como la escena del único partido a pie de campo de la cinta, simplemente correcto, sino a esa característica que encumbra al estilo del realizador por encima del de cualquier otro mercenario académico: saber dejar espacio a sus actores. Y si hablamos de espacio, Pitt ocupa mucho más que Jonah Hill, si me permitís el chiste fácil. 


No es que el rubio de oro esté más cerca que nunca de ganar su Oscar -francés con bigote o Clooney alelado mediante- porque esta sea la interpretación más esforzada de su carrera, sino prácticamente por todo lo contrario. Lo que es encomiable del trabajo de Pitt en Moneyball es precisamente esa facilidad con la que resuelve cada situación. El actor se sirve de sus tics habituales como sacar el mentón y mantenerse ocupado comiendo constántemente para parecer en todo momento el único que controla la situación, aunque realmente su personaje sea el más desesperado de todos. Un torrente de carisma, en definitiva, que entierra cualquier atisbo de la persona que seguramente sea el aún gerente de los Oakland Athletics (¿cuándo fue eso importante?), pero que no deja de ser todo un espectáculo en pantalla perfectamente secundado por Jonah Hill y Philip Seymour Hoffman, este último especialmente discreto (su participación se debe a la gratitud de Hoffman a Miller por el Oscar de Capote, que este último dirigió).

La valoración final que se merece Moneyball es diamentralmente opuesta al mensaje que pretende dejar como moraleja, según el cual todo es posible si no tienes miedo a desmarcarte de la regla. De ahí que el epílogo se base en la subtrama más floja de todas, ésa en la que la argumentalmente intermitente hija de Beane se convierte en el mejor espejo del protagonista. ¿Pero esto no iba de béisbol y milllones de dólares? Sí, pero también de llevar a toda la familia al cine y de poner el número mas alto posible en el póster por delante de "nominaciones a los Oscar". Aunque cuando hablamos de ciertos géneros, como el tan trillado del deporte patriótico, en ocasiones, con intentarlo es suficiente.

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5 COMENTARIOS:

Laura Lazcano dijo...

Pues me alegro de no haberla visto, estuve en un tris.

Tximinoman dijo...

Totalmente en desacuerdo. Para empezar, le daba un punto más, para seguir... ¿De donde sacas que no pretendía ser una peli de superación?

Pero bueno, no es un 10 pero es una gran película, las partes que pareces despreciar (los flashbacks y la niña) hacen a Pitt tridimensional, aunque donde de verdad gana esta peli es con Pitt y Hill. Hay química y te crees que sean colegas, lo que a ti te pareció inverosimil (que jonah hill deje su trabajo por irse con pitt tan facil) a mi me pareció que tenía todo el sentido del mundo (Pitt es el primero que presta atención a su idea).

El epilogo post partido me gustó tambien mucho, me pareció un gran final, de lagrimeo facil igual, pero que funciona.

No se, yo le daba un 7'5-8

Paulo Kortazar B. dijo...

No tengo demasiadas ganas de verla. Y si la veo no será pagando. La crítica es muy buena, perlas sobre el estado de la cultura incluidas. Tienes toda la razón en lo de la mandibula en Pitt, de hecho 'Malditos Bastardos' creo que es el film donde más utiliza ese tic.

Lo que hay que hacer es una película sobre 'el Loco' Bielsa. ¡Tanto beisball, tanta h*stia ya!

peteboy dijo...

A mi meg ustó, pero me parece que le falta algo de chispa. Creo que lo que falla es el montaje, algo con un poco más de ritmo le habría venido mucho mejor.

Fry dijo...

Estoy de acuerdo con "The Great Tximino" en lo que ha escrito de la película.
Y en mi opinión, esta claro que esta peli merece más de un mísero 6,5.

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