Tán rápido como insatisfactorio
Nota: 3
La fiebre por los héroes parece
no tener fin. Si en la gran pantalla ya sufrimos una inundación de títulos de
este género, en la pequeña todavía sigue siendo un nuevo filón que explotar. Smallville fue sin duda una de las
precursoras en la televisión moderna, convirtiéndose en un absoluto éxito al combinar las andanzas
del hombre de acero con su amorosa vida estudiantil y ese universo tan complejo
que los americanos llaman “instituto”. La fallida The Cape, en cambio, intentó llevar a un superhéroe al género
procedimental. Sin embargo, carecía de atractivo como para que el espectador
decidiera seguirla semana a semana. Por su parte, Arrow puede que haya creado una verdadera génesis del género en la
televisión, ya que a pesar de ser una serie que jamás entrará en ninguna ceremonia de premios respetable, no deja de reivindicarse como un producto pulp que es capaz de honrar la mitología del cómic en televisión. Tanto, que desde su trampolín nos llega The Flash, una propuesta que, a diferencia de la reciente y también fallida Gotham, apuesta por un acercamiento lo más clásico posible a la figura del héroe.
The Flash se presenta como la nueva versión de una serie que
recordaremos de nuestros años de infancia con nostalgia y sin querer echar la vista
atrás, no vaya a ser que se nos caiga el mito. Con los presupuestos que desde
hace años maneja la televisión norteamericana, sólo era cuestión de tiempo que volviera el héroe rojizo de la forma más digna. No obstante, no tenemos claro si este nuevo acercamiento hace gala del tono que demanda la generación que ha crecido con la saga de El Caballero Oscuro. Visto el piloto, uno puede ya
hacer conclusiones sobre qué se puede esperar de esta serie que sigue los
patrones clásicos de cualquier procedimental y que, por desgracia, carece de
cualquier originalidad argumental. El verdadero problema de estas nuevas propuestas es la falta de interés en esbozar un universo más rico en matices, ofreciendo como resultado un producto que sabe a viejo incluso durante el propio visionado.
En el piloto, que no se alarga más allá de cuarenta y un minutos, nos enseñan desde el origen del
superhéroe – que también pudimos ver en la segunda temporada de Arrow– hasta un pequeño esbozo del
universo Flash que veremos semana a semana. Para los más despistados, la serie se
centra en el personaje de Barry Allen,
un joven investigador policial que, desde su niñez, vive con el tormento de haber
visto el asesinato de su madre en extrañas circunstancias, siendo su
padre (interpretado por el Flash original, John Wesley Shipp) acusado injustamente. Debido al desastre en un experimento de los laboratorios
S.T.A.R (Sin K al final) y su acelerador de partículas, se desata una tormenta que afectará a varias
personas alcanzadas por rayos, entre los que se incluye Barry. Tras nueve
meses en coma, despierta y descubre que la supervelocidad viene con abdominales incluidos. Sin embargo, no es el único con nuevas habilidades.
El piloto, que se filtró hace meses probablemente por la propia CW para testar el producto, tiene un desarrollo
lineal comenzando con el flashback de la muerte de la madre de Barry. Un
principio muy similar al capítulo inaugural de Supernatural, donde la muerte de la progenitora abría el mayor
enigma de la serie y probablemente uno de sus motores. Ya en la
actualidad, nos presentan a un Barry Allen que no hace sino recordar en exceso
al Peter Parker de Sam Raimi, es decir, a un calzonazos en
potencia. No obstante, en lugar de fotógrafo, nos presentan a un meticuloso
investigador que se sirve de ciertos elementos deductivos que recuerdan
descaradamente a la venida a menos Sherlock.
Aunque la faceta criminal es testimonial en el piloto, se trata de la única característica del personaje con algo de potencial. Así están las cosas.
Una vez tenemos a un Barry Allen
convertido en Flash, su álter ego y todo lo que conforma la caracterización del
personaje que le llevará a tomar el camino de la justicia, es cuando la serie llega a ser un
auténtico despropósito, carente de conflicto alguno o desarrollo al menos del
propio personaje y las motivaciones que le llevan a tomar esa decisión tan trascendental Pero tampoco podemos llevarnos las manos a la cabeza cuando
desde el primer minuto la serie da la impresión de haber sido escrita por
guionistas que cobran por palabra. Porque si ni hacemos mención al resto de
personajes es porque, como viene siendo habitual en estos proyectos, todos los secundarios están esculpidos como si
fueran vertidos por una máquina de montaje, reinando la clásica caracterización que no escapa del tópico más
simplista.
El piloto de The Flash no
deja de ser un burdo intento de colarnos otra producción adolescente que combine la heroicidad con las clásicas tribulaciones juveniles de la que hace gala la mayor parte de la parrilla de la cadena The CW.
Todo esto, sumado con un héroe que tiene menos chispa que todo Andy sustituyendo
a Michel Scott en la ya eterna The Office, nos da como resultado un producto de encefalograma plano, que ni siquiera nos sirve a modo de caricatura del género, como si hace Arrow, o como la versión happy meal del género, a lo Agentes de SHIELD. Por tanto, seáis o no seguidores de las andanzas de Oliver Queen, confiar en las peripecias del recién llegado Barry Allen parece a todas luces una pérdida de tiempo, y más con Daredevil ultimando su llegada a Netflix.
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