Nota: 4'5
Lo mejor: el envoltorio estético.
Lo peor: el contenido.
Uno de los peores enemigos a los que puede enfrentarse un director es su ego y, en este caso, Nicolas Winding Refn se ha topado de lleno consigo mismo. Tras el alabadísimo trabajo que nos ofreció en Drive (crítica aquí),
el realizador, consciente de su éxito, ha querido continuar exprimiendo
esa fórmula que imprimía la protagonizada por aquel enigmático piloto
de pasado desconocido que se movía por una atmósfera perturbadora.
Síntoma de esa ecuación iterativa es el poco disimulado recurso de un
principal que, además de tener el mismo rostro, presume de presentarse
con un perfil prácticamente calcado. No sólo eso, sino que en esa línea repetitiva, el
cineasta se permite jugar con unos rasgos argumentales místicos con los
que pretende dotar a la historia de un aire tan inquietante como nos
ofreció en su anterior largometraje, acompañado de una estética
audiovisual singular y lírica más propia del cine de Lynch, que no
camufla su intención e innecesaria presencia y llega a resultar hasta
pedante, conformando un auto-homenaje cinematográfico inmerecido y prematuro.
La ausencia del Winding Refn humilde del pasado hiere profundamente a una cinta que yerra en un guión, escrito por el propio director, cuya historia se perfila
como una sucesión de acontecimientos encajados a la fuerza. Así, las
piezas del puzzle lanzadas al aire y combinadas anti-natura construyen
un relato ambientado en Bangkok y liderado por Julian (Ryan Gosling),
un extraño tipo propietario de un gimnasio que funciona como tapadera
para el narcotráfico. El hermano del chico es asesinado y su madre (Kristin Scott Thomas) exigirá al protagonista que vengue su muerte. Sin embargo, los hechos les conducirán a enfrentarse a un corrupto y sanguinario agente de policía (Vithaya Pansringarm) al que le flipan los karaokes.
La
trama mantiene con pinzas cierto interés que se sujeta a través de unos
caracteres desconcertantes y ese estilo técnico poético que no en todo
momento resulta agradecido, sino que en ocasiones descoloca a un
espectador que cree sufrir un déjà vu con lo que visualiza en pantalla, especialmente con un intérprete principal que defiende exactamente el mismo papel que vimos ya en Drive. Al menos en esta ocasión, el rol protagónico puede presumir de un nombre y de un trauma infantil que da una explicación freudiana a esa personalidad adulta, tan trastornada como la de su misteriosa antítesis con el rostro de un Pansringarm igual de impasible que su compañero de reparto, sólo que con un leit motiv bastante más sombrío que no esperéis desvelar conforme el metraje avanza. Menos seria es la presencia de Belén Esteban la veterana Kristin Scott Thomas,
quien, en su papel de madre choni manipuladora y zorrilla, eleva el drama hasta alcanzar una sobreactuación más digna de
telenovela sudamericana que de cine de autor, desentonando con la discreción interpretativa
de sus colegas.
No
podemos culpar al elenco de un baile cuya coreografía se sirve como un
pretencioso teatrillo que termina ofreciendo una obra caricaturesca sin
demasiado sentido a la que no le bastan ciertas virtudes estéticas y de ambientación para
lograr la aprobación de la audiencia, que ha sentido menospreciada su
inteligencia tras el visionado de un producto desvergonzado a la hora de
seducir con una fórmula que ya hemos visto anteriormente, pero que esta
vez se plantea de manera equívoca y con una chulería que ni siquiera camufla.
Sólo Dios Perdona es el decepcionante y precoz discurso de un Nicolas Winding Refn
que ha querido idolatrar su propia imagen en el espejo, conducido por
el narcisismo lógico de quien alcanza una fama de doble filo. A pesar de
ello, la promesa no se ha perdido gracias a que el realizador continúa
sin perder del todo ese característico magnetismo inexplicable que
mantiene a flote un espectáculo al que le sobran pretensiones y le falta
modestia, pero que extrañamente uno desea visionar hasta el final.
3 COMENTARIOS:
"Ecuación iterativa"... Fantástico, pero primero aprende a conjugar "errar".
Bien visto, corregido. Mis disculpas por la patada al diccionario.
Tan mala eh... vaya bajón.
Aún así la veré, Bronson y Drive son dos de las mejores películas de este siglo (al menos, para mi) y la trilogía Pusher (especialmente la tercera parte) es también muy buena. Todavía no he visto la de los vikingos, pero solo he oído cosas buenas.
Me da pena que haya fallado TANTO.
Publicar un comentario
Deja tu comentario, que somos pocos y cobardes...