El Doctor
Maligno se cambia de bando
Nota: 7
Las
listas y los espías siempre han ido bien
juntos. Listados de nombres, me refiero, ya sea con el código NOC -Misión Imposible- o como mero McGuffin sin una denominación especial -Skyfall, El Legado de Bourne-. La diferencia de
Blacklist, la nueva serie de NBC, es que esa enumeración no hace referencia a los mejores agentes del MI6 o la
CIA, ni siquiera a aquellos operativos encubiertos que desarrollan sus
actividades en la sombra, sino que la famosa Lista Negra está formada por un compendio de los mayores terroristas y
piratas informáticos del mundo; un grupo tan
especial y cualificado de genios del mal que ni las principales autoridades,
empezando por la Oficina Federal de Investigación estadounidense (FBI), conocen de su existencia o
actividades. Ésta, la de Blacklist, es la historia de cómo uno de esos espías todopoderosos, algo excéntrico, bastante refinado y extremadamente elocuente, decide
dar la espalda al lado oscuro y, por razones más
misteriosas que la ubicación del nacimiento del pelo de
James Spader, ayudar a los buenos a dar caza a todos y cada uno de esos
supervillanos de nuestro tiempo.
En lo que seguramente sea la escena más potente del todo el episodio, única vez en la que el realizador cinematográfico Joe Carnahan (El Equipo A, Infierno Blanco) se luce como debería, la serie comienza con
la detención de ese enigmático y peligroso personaje, Raymond "Red"
Reddington (Spader), que decide entregarse él
mismo en la sede del FBI justo después de anunciar su nombre en
recepción, dejar su maletín en el suelo y doblar cuidadosamente su gabardina de aire
setentero. Desde su primera aparición en pantalla, seguida por una
descripción de su historial a cargo del
agente de turno que nos sirve para incrementar aún más las expectativas ante su extraña maniobra, el
encanto del personaje reside en esa seguridad y confianza en sí mismo que posee por la simple razón de ser la única persona consciente del
plan al completo. Y por ser James Spader, claro.
Y es que pese a que el rol no guarda ninguna similitud con el personaje del abogado Alan Shore, que le valió a Spader la concesión del Emmy en tres ocasiones, el intérprete de 53 años se muestra incapaz de prescindir de ese encanto felino del que lleva haciendo gala desde su llegada a la televisión, optando por ofrecernos la versión menos dicharachera aunque igual de manipuldora del mismo personaje (o del que dio vida durante la octava temporada de The Office). Por supuesto, se trata de una sensacion de deja vu que para nada tiene que traducirse en un defecto cuando no sólo es un placer asistir a los paseillos despreocupados del personaje sino que toda la serie está ordenada en torno a su carisma, capaz de transformar a toda una división de agentes en sus mayordomos personales. La única contraprestación que exige el mercenario para colaborar con las autoridades pasa por que le asignen como enlace a la agente Elizabeth Keen (Megan Boone), recién licenciada en Quantico, con la que establece una dinámica muy del gusto de Hannibal Lecter y Clarice Starling, celda acristalada de última generación mediante y con conflicto paterno-filial en el horizonte.
Y es que pese a que el rol no guarda ninguna similitud con el personaje del abogado Alan Shore, que le valió a Spader la concesión del Emmy en tres ocasiones, el intérprete de 53 años se muestra incapaz de prescindir de ese encanto felino del que lleva haciendo gala desde su llegada a la televisión, optando por ofrecernos la versión menos dicharachera aunque igual de manipuldora del mismo personaje (o del que dio vida durante la octava temporada de The Office). Por supuesto, se trata de una sensacion de deja vu que para nada tiene que traducirse en un defecto cuando no sólo es un placer asistir a los paseillos despreocupados del personaje sino que toda la serie está ordenada en torno a su carisma, capaz de transformar a toda una división de agentes en sus mayordomos personales. La única contraprestación que exige el mercenario para colaborar con las autoridades pasa por que le asignen como enlace a la agente Elizabeth Keen (Megan Boone), recién licenciada en Quantico, con la que establece una dinámica muy del gusto de Hannibal Lecter y Clarice Starling, celda acristalada de última generación mediante y con conflicto paterno-filial en el horizonte.
Por
desgracia, o incluso ayudando a reforzar la intensidad del personaje central,
es el perfil de la analista criminal lo que menos luce de toda la
función, acercando su retrato al de
una versión femenina e inexperta de Jack
Bauer pero con la acuciante sombra detrás de ese gran personaje
llamado Carrie Matheson (la única razón que existe a día de hoy para seguir
enganchados a Homeland), cuya profesión y misión son idénticas a las de esta agente
Keen. Más de lo mismo para los
secundarios, desde el jefazo interpretado por Harry Lennix (El Hombre de Acero, Matrix Revolutions) hasta el operativo al que da
vida Diego Klattenhoff (Pacific Rim, After Earth), incapaces de eclosionar, por lo menos en el piloto, por culpa de ese
agujero negro demandante de atención perpetua que es Spader.
Y es que, pese a unos valores de producción justos, - culpa de un creador y productor ejecutivo demasiado acostumbrado a colaborar en thrillers de medio pelo como es Jon Bokenkamp (Vidas Ajenas, The Call) - una coprotagonista femenina bastante mejorable, sobre todo a nivel de desarrollo; y todo un torrente de giros de guión y jugueteos con el espectador (algunos menos efectivos que otros), la nueva apuesta de NBC se estrenó el pasado lunes no sólo como un éxito de audiencia (12 millones de espectadores), sino también con bastantes opciones de convertirse en uno de los estrenos fuertes del otoño gracias a un equilibrio muy bien entendido entre su faceta procedimental, que seguro nos deparará una amenaza para la seguridad nacional diferente cada semana, y el morbo constante que suscita un conocimiento más profundo de las motivaciones y trasfondo de este maestro del crímen al que da vida un Spader en estado de gracia.
Y es que, pese a unos valores de producción justos, - culpa de un creador y productor ejecutivo demasiado acostumbrado a colaborar en thrillers de medio pelo como es Jon Bokenkamp (Vidas Ajenas, The Call) - una coprotagonista femenina bastante mejorable, sobre todo a nivel de desarrollo; y todo un torrente de giros de guión y jugueteos con el espectador (algunos menos efectivos que otros), la nueva apuesta de NBC se estrenó el pasado lunes no sólo como un éxito de audiencia (12 millones de espectadores), sino también con bastantes opciones de convertirse en uno de los estrenos fuertes del otoño gracias a un equilibrio muy bien entendido entre su faceta procedimental, que seguro nos deparará una amenaza para la seguridad nacional diferente cada semana, y el morbo constante que suscita un conocimiento más profundo de las motivaciones y trasfondo de este maestro del crímen al que da vida un Spader en estado de gracia.
2 COMENTARIOS:
Creo que Hay otras series de Espías actualmente, Me podrían indicar cuales son las mejores o la mejor, para ahorrarme tiempo, saludos a la paloma mecánica, ingreso casi todos los días.
Homeland está en horas bajas aunque su primera temporada fue espectacular. Prueba con The Americans, que no está nada mal: http://www.lapalomitamecanica.com/2013/05/critica-de-tv-americans-temporada-1.html
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