Crítica de cine: Redención

La segunda oportunidad de los dinosaurios

 

Nota: 6,5

Lo mejor: Peter Mullan y la última media hora.
Lo peor: a mitad de metraje la historia pierde momentáneamente el rumbo.
La curiosidad: el film es una extensión del cortometraje Dog Altogether, realizado por el mismo equipo.

La primera película como realizador del actor y guionista inglés Paddy Considine (Bosque de Sombras, El Ultimatum de Bourne) lleva por titulo original Tyrannosaur, mucho más pegadizo que el que nos ha tocado en España, Redención, pero igualmente apropiado a la hora de avanzar lo que nos espera en el film: un relato de segundas oportunidades para corazones fosilizados que esperan sin ningún anhelo la hora de su extinción. Esta es la historia de como uno de esos dinosaurios encuentra un motivo en la siempre recurrente silueta de una mujer. Una razón no ya para vivir, sino para comprender que a pesar de encontrarse en el ocaso de su existencia, aún no es tarde para cambiar la huella que dejará tras su muerte.

Ese hombre es Joseph, uno de esos tough guys que se tambalean de madrugada por los suburbios del norte de Inglaterra buscando una mirada huidiza que utilizar como excusa para una buena pelea. Con las únicas visitas del hijo de su vecina y en paro desde hace tiempo, Joseph sobrevive en su descuidada casa de uno de esos barrios olvidados atormentado por los recuerdos que emanan de una vieja foto desenfocada en la repisa de la chimenea. Se trata de Coleen, su esposa fallecida y durante años, la única muralla capaz de contener a la bestia dentro del hombre. Una mañana, tras una de sus habituales trifulcas, Joseph entra buscando refugio en la tienda de Hannah, que resulta ser una de esas almas caritativas que no duda en ofrecerle un hombro sobre el que llorar. Con el paso de los días, ambos comienzan a labrar una amistad que les llevará a enfrentar sus modos de vida, ya que tras la apariencia idílica de la existencia de la religiosa mujer, se esconde un matrimonio marcado por el maltrato. Una situación que Joseph conoce por experiencia propia y que la instantánea de su mujer en el salón de su casa le recuerda a diario.


Como veis, el relato está centrado en torno a dos personajes muy ricos y diferentes entre sí que terminan encontrando un nexo común, por muy jodido que este sea. El problema es que tras la potentísima presentación de Joseph, el rol de Hannah parece un accesorio y su carácter de coprotagonista casi parece molestar hasta que coge peso por sí mismo, lo cual llega muy avanzado el metraje. Se trata de un segundo acto en el que parece que el film se le va de las manos a Considine y que a pesar de cobrar todo el sentido del mundo en su tremendo final, no deja de hacerse aburrido incluso para el espectador curtido en dramas introspectivos. Menos mal que el intérprete reconvertido a director se muestra, como suele ser frecuente en estos casos, tremendamente generoso con su reparto en lo que se traduce como todo un regalo a la audiencia con los rasgos de Peter Mullan (ganador del premio al mejor actor en Sundance 2011 por este filme).

El escocés de 53 años visto recientemente -y en un registro muy diferente pese a ser dos personajes con rasgos en común- en la académica Caballo de Batalla, se ha marcado en Tyrannosaur la que posiblemente sea la interpretación de su vida. Uno de esos trabajos magnéticos, descarnados e incluso dolorosos para el espectador en el sentido más empático de la palabra capaces de justificar cualquier escena por muy innecesaria que esta parezca. Por su parte, la desconocida Olivia Colman no lo tiene tan fácil sobre todo por esa dependencia que fabrica el guión en torno a su personaje, aunque a la hora de la verdad, su labor no desluce el resultado final, y tratándose de un rol tan complicado tampoco tiene sentido pedirle un milagro a una actriz televisiva que se está midiendo con Peter Mullan. Del que sí tendríamos que exigir un poco más es de Eddie Marsan (Lestrade en Sherlock Holmes 1&2), prácticamente el único secundario de peso del filme dando vida al trastornado marido de Hannah. Un tipo elegante, educado y detallista que en la sombra de su hogar se transforma -bizqueo y babeo mediantes- en un animal sin escrúpulos. Es decir, en aburrido y facilón aunque la mayor parte de la culpa parta del libreto.


Pero que algún defecto -casi todos culpa del "Considine guionista"- y su tono atormentado no os asusten. Redención es una de esas películas que no son tan deprimentes como depresivas, ya que pese a bucear constantemente en las miserias del ser humano, lo que intenta es reflejar esa inevitable caída a los infiernos que ha de sufrir todo pecador para lograr ver la luz al final de túnel. Su valor añadido y lo que la diferencia de otros dramas independientes (añádase "sociales", si apetece) es que pese a perderse un poco durante el viaje, al final, el guión no solo tiene las agallas para mostrar ese halo de luz sino también para enseñar sin tapujos qué hay al final de ese túnel. Una recompensa que, quizás, no es la que se espera para un héroe pero sí para una persona que ha decidido aferrarse en el último minuto a la poca humanidad que le quedaba. Una redención justa, en definitiva, que sin spoilear, diremos que puede sonar un poco inesperada o fuera de lugar  pero que otorga a la película el empaque necesario para ser coherente con su propio tono decadente sin por ello perder el mensaje de esperanza.  Dos sentimientos contrapuestos que encuentran aquí un extraño espacio común en un film que, por lo menos, sólo por eso y Peter Mullan aparte, ya es especial.

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