Crítica de cine: 'X-Men: Días del Futuro Pasado'

La paradoja mutante se convierte en la mejor entrega de la saga


Nota: 7,5

Lo mejor: su consistencia como título en solitario. Y Mercurio.
Lo peor: su inconsistencia como parte de una saga a la que no respeta, que Michael Fassbender sale menos que Hugh Jackman y una escena post créditos especialmente floja.

Ahora que el murciélago con crisis existencial nos ha dicho definitivamente adiós, nos encontramos frente a un panorama de mallas y antifaces completamente dominado por el binomio Marvel-Disney, donde son Los Vengadores y sus películas satélite las que macan la norma dominante en el género. Ante semejante arremetida, X-Men: Días del Futuro Pasado supone la respuesta de FOX, el principal as bajo la manga del estudio para reforzar el hueco labrado por casi 15 años de aventuras mutantes en la pantalla grande, con la misión principal de equiparar la propuesta a la escala mastodóntica que marca la casa del ratón Mickey. En esa línea, sus bazas no pasan por la saturación de tramas y personajes como sucedía en The Amazing Spider-Man 2, el ejercicio equivalente de Sony, ni por el apego a la sana pachanga y al humor socarrón para aguantar mejor el trago, como pasaba en Los Vengadores, sino por todo lo contrario: por la comunión de todos los elementos que han dado forma a esta franquicia en la construcción de un espectáculo más elevado, cargado de ambición narrativa y, en definitiva, más evolucionado, que confirma el inicio de la nueva era mutante marcado hace 3 años por Primera Generación.

Como decimos, el principal valor añadido de Días del Futuro Pasado reside en que, en su ambición por unir en un solo casting a los repartos de ambas franquicias, separados argumentalmente por más de 4 décadas, es decir, en su vocación de ir a por el más grande todavía, la cinta se muestra mucho más sólida y esforzada de lo esperado o, por lo menos, sin que el recurso de los viajes en el tiempo se desvele como la carta blanca o el comodín que en realidad es. Por supuesto, enfocar el legado de los seis títulos precedentes no es sencillo y ha sido X-Men 3: La Decisión Final la mayor perjudicada al respecto, dejándonos varios interrogantes sin responder de forma concreta, como la resurrección de Xavier, la pérdida de poderes de Magneto o el blanqueamiento de Bolivar Trask (así lucía en X3), pero sin que suponga un verdadero lastre si tenemos en cuenta que el cierre de la trilogía original no es sólo la peor de las entregas de la saga, sino también la más olvidada por los fans y la primera que no contó con Bryan Singer a la dirección.


En esa misma línea de criba argumental, los cambios con respecto al cómic original que escribió Chrish Clermont en 1981 son notables, con Kitty cediendo su protagonismo a un Lobezno que se muestra como el único héroe adecuado para viajar desde ese futuro, con más cuero negro que el armario de Mario y Alaska, hacia el más colorido pasado gracias a su especial resistencia y lento proceso de envejecimiento. Pero lo que en otros casos hubiera supuesto el clamor de los fans, aquí se traduce en diferencias que enriquecen el resultado final, como un contexto temporal diez años anterior al de la novela original. En Days of Future Past, el mundo no sólo se encuentra aún conmocionado por el asesinato de JFK, supuestamente a manos de Magneto, sino que la recién finalizadá guerra de Vietnam se traduce como otro perfecto vehículo para el simbolismo mutante, el miedo a la derrota y el desplazamiento del homo sapiens desde la cúspide de la cadena alimenticia, tan o más efectivo como lo fueran el Holocausto y La Crisis de los misiles de Cuba en el título precedente.

Aunque muchos criticaron el regreso de Bryan Singer a la saga tras quedarse en un cómodo puesto de productor después de X2, sobre todo cuando Matthew Vaughn se había desvelado como un reemplazo de lujo, capaz de subir el listón narrativo de la saga en Primera Generación al potenciar la contextualización del dilema racista, en Días del Futuro Pasado podríamos decir que asistimos a la unión de ambos talentos, con Vaughn ahora agazapado en la producción y Singer tomando prestado el tono de First Class y elevándolo de nuevo. La máxima encarnación de dicha complejidad la encontramos, sobre todo, en el personaje del siempre excelente Michael Fassbender, en su imprevisibilidad y esa lucha entre un corazón carcomido por el odio y la lógica encarnada en su amigo-enemigo Xavier; así como en el creador de los Centineas, Bolivar Trask (Peter Dinklage), que tiene el peso justo y necesario para ser algo más que el villano de turno, aunque sólo sea gracias a un par de escenas contadas en la que su visión y perspectiva humanistas son explicadas en profundidad

Como cabía esperar, habrá quien encuentre un aspecto negativo en el discutible reparto del protagonismo entre su titánico casting, ya que Lobezno (Hugh Jackman) actúa aquí de súper estrella con la misión de minimizar el riesgo taquillero y, entre ataques de amnesia y cacaos mentales en general, se reivindica como el protagonista fáctico frente a esa labor secundaria de lujo que realizan James Macavoy, Michael Fassbender, Nicholas Hoult y, en menor medida, una desaprovechada Jennifer Lawrence. Quizás, lo más doloroso de todo se traduzca en el escaso metraje con esa pareja de oro que forman Ian McKellen y Patrick Stewart, relegados a apariciones tan anecdóticas como estupendamente repartidas en el tiempo, resultado de un proceso de montaje que no ha tenido que ser nada sencillo y que se ha cobrado claras víctimas, como Halle Berry, Omar Sy, Ellen Page o, especialmente, Anna Paquin (con apenas 3 segundos de aparición en el film), en favor de nuevas incorporaciones como la de Mercurio (Evan Peters), tan gratuita como divertida y visualmente espectacular. 



Pero más allá de la pelea por ver si tu héroe favorito cuenta con más o menos minutos en pantalla, si hubiera que sacarle una gran pega a este crossover, un cromosoma defectuoso que le impide alcanzar la codificación genética perfecta, ése sería su rendición general al convencionalismo y a las expectativas generadas previamente en su propio planteamiento inicial. Porque si ya hay que partir del comodín de las realidades alternativas para subsanar las múltiples incoherencias con la saga madre, dicha carta funciona también para corregir cualquier muerte o acto trascendental que se dé en la cinta (y son varios), por no hablar también de que desemboca en un final no ya precedible, sino de sentido único, imposible de rehuir y con un aroma Serrano algo decepcionante. Es un espectáculo de primer orden, sí, que puede ser degustado sin mayor problemas por todo aquél que se niegue a aprenderse de memoria toda la cronología mutante, pero no sin hacer algún sacrifico por el camino en favor de una evolución tan necesaria como disfrutable.

Noticias relacionadas



blog comments powered by Disqus

3 COMENTARIOS:

Anónimo dijo...

Bueno, una floja escena post-créditos si no sabes quien es el que sale claro, y que la va a liar parda en la tercera parte.

Hall9000 dijo...

Yo me quede impactado al ver que el joven Xavier y Fassbender ejercen de cortesanos de Hugh Jackman en su propia saga. Es una cagada colosal y mas si es verdad que Jackman dejará el papel dentro de poco (que lo dudo). Por lo demás estoy bastante de acuerdo menos en lo de Trask, que nos la pone dura porque es Tyrion y punto.

Iván Alvarado dijo...

Coincido con 'Anónimo'. La escena post créditos es lo que es. Si no eres friki te picará la curiosidad al menos (por eso es un gancho) de saber a qué viene, por lo que cumple perfectamente su función.

Y para los frikis...

SPOILER - Ojito

...que aparezca el que probablemente es, en mi opinión, segundo mejor malo de la historia de Marvel (el primero ya salió en la escena final de Vengadores, Thanos), es como mínimo toda una prometedora declaración de intenciones...

Por cierto, por si alguien se lo pregunta, el tercer mejor malo ya no tiene remedio. Lo han matado con todas las patéticas versiones de los 4F... pobre Víctor... de Señor de Latveria a zoquete imberbe...

Publicar un comentario

Deja tu comentario, que somos pocos y cobardes...

 
Ir Arriba