Crítica de cine: 'El Viento se Levanta' (The Wind Rises)

El agridulce adiós del maestro Miyazaki


Nota: 7'5

Lo mejor: audiovisualmente es una delicia.
Lo peor: carece de la fantasía que desprende el resto de su filmografía.

Que un director tan especial y virtuoso como Hayao Miyazaki decida retirarse de la profesión que le ha elevado a la gloria y que nos ha hecho soñar con unos universos mágicos inimaginables, duele, porque el séptimo arte no sólo pierde a un realizador magnífico, sino que también deja un hueco insustituible dentro de un género que únicamente el japonés, de 73 años, ha sabido abanderar y globalizar hasta el punto de convertirse en el máximo referente del mismo, con un total de once largometrajes más cortos y producciones para la pequeña pantalla. El Viento se Levanta no es, ni mucho menos, la mejor obra del cineasta, ni la más creativa, pero resulta un trabajo del todo adecuado y lírico para dar el adiós definitivo a su pasión, como una especie de homenaje a sí mismo y a sus fans, que ahora recuerdan con auténtica nostalgia esos viajes fantásticos a los mundos de Mononoke, Chihiro, Totoro y demás personajes inolvidables de su particular cine.

Esa singular forma de representar historias está comprimida en los 125 minutos de El Viento se Levanta, que reúne prácticamente todos los rasgos que caracterizan la filmografía de Miyazaki y, además, recoge también las pasiones de un director cuya intención parece haber sido la de inmortalizar en su despedida una simbología siempre presente en todas sus películas. Así pues, el asiático vuelve a deleitarnos con una estética que comparte grandeza con sus anteriores producciones y que, junto a una banda sonora excepcional, como de costumbre también, cortesía del habitual Joe Hisaishi (El Viaje de Chihiro, La Princesa Mononoke), conforma todo un poema audiovisual que acaricia los sentidos, como el viento; ese viento mágico que siempre envuelve cualquier film del realizador y que funciona como máxima evocación y veneración a la misma madre Naturaleza y a la belleza de la vida misma, omnipresente en cualquier aventura de este narrador onírico.

En esta ocasión, el relato que Miyazaki trata de transmitir es quizá el más adulto, realista y trágico de toda su colección, una true story que tiene lugar en un escenario tan dramático como es el bélico. Jiro es un niño con miopía que sueña con volar y con convertirse en un ingeniero aeronáutico, como su mayor referente, el famoso diseñador Caproni. En 1927 nuestro protagonista será reclutado por una compañía que le encomendará la misión de crear un avión con el fin de preparar la entrada de Japón en la II Guerra Mundial.

El cuento, esta vez, es un agridulce paseo en el que ya no somos transportados a una infancia o adolescencia con seres imaginarios y mágicos, sino que asistimos a la evolución de un personaje principal verdadero que ya no juega al escondite o resopla constantemente porque se aburre, sino que persigue un sueño a toda costa, que lucha contra las tempestades y no pierde sus esperanzas a pesar de un contexto en el que los acontecimientos históricos tales como el terremoto de Kanto, la Gran Depresión, la inminente contienda o la epidemia de tuberculosis conforman un ambiente crudo y fatal, carente de la magia y surrealismo del resto de obras pertenecientes al afamado estudio Ghibli y con un relato mucho más difícil de digerir para una audiencia generacional.



Es por ello que El Viento se Levanta no está pensada para nuestros sobrinos pequeños, sino que exige una mirada adulta a un espectador que desde el primer acto intuye un visionado que requiere una actitud algo más paciente que la demandada por otras producciones animadas del ilustrador, mucho más frenéticas y entretenidas que esta última travesía. También peca de cierta lentitud en su desarrollo inicial hasta alcanzar aproximadamente la mitad del metraje, en donde parece que la maquinaria del tren comienza a marchar con algo más de ritmo (tampoco demasiado), incluyendo un romance que añade esa pincelada fantástica y emotiva a un film que carece, como decíamos, de esos mundos funambulescos o mitología fantástica tan propia y genial de las cintas de Miyazaki.

Si bien, esa ausencia de magia, la crudeza del relato, su realismo y su pausado avance pueden perjudicar a una película que parece gestada con el propósito de regalar a los fieles de Miyazaki una despedida que funcione como metáfora de la trayectoria, esfuerzo, lucha y evolución de su propio director, quien coloca el broche final a su propio sueño. Una despedida arriesgada que a lo mejor sólo será bien recibida por auténticos adoradores del dibujante.

El Viento se Levanta es un film personal, íntimo, maduro, romántico y doloroso al mismo tiempo que, si bien, no es lo mejor de Miyazaki, sí es la obra acertada para cerrar un ciclo en el que el director nos ha obsequiado con verdaderas maravillas que han sucumbido a nuestros sentidos, que nos han hecho imaginar unos mundos hermosos, idolatrar una Naturaleza y encontrar la belleza en cada uno de los fotogramas animados que han compuesto sus películas. Por eso, a este arquitecto onírico no podemos reprocharle nada, ni siquiera cuando su último sueño ha sido el más realista de todos.

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3 COMENTARIOS:

Paulo Kortazar B. dijo...

Fantásticos los paisajes, alguno incluso pintado con acuarela, que nos ofrece Miyazaki. Respecto a la trama, la verdad, creo que pasa demasiado de puntillas sobre la problemática entre innovación y guerra.

Pablo de los Rios dijo...

A mí me ha recordado a una cinta del Hollywood clásico. Prefiero al Miyazaki fantástico pero éste tampoco me disgusta.

Daga dijo...

No suelo participar en estos foros, así que aprovecho para daros la enhorabuena a todo el equipo por el inmenso trabajo que hacéis. No sé si os dedicáis a jornada completa, pero tendríais ganado el sueldo si por mí fuera ;-).

No podía dejar pasar esta oportunidad, la crítica de la última película de este japonés tan querido para mi familia (mis hijos creo que han visto Ponyo y Totoro como 20 veces cada una jaja). Yo ya conocía a Miyazaki mucho antes de Chihiro y la princesa Mononoke, obras maestras sin duda, pero sólo la punta del Iceberg. Me remonto incluso más allá de Nausicaa y Ghibli, donde Miyazaki ya era un mangaka del cómic, en aquellos tiempos en que era un "animador" de viñetas con talento junto a Suzuki y Takahata. Ya en los 70 despuntaba el tío dando trasfondo psicológico a series de dibujos animados que ya son leyenda, como Heidi, Marco, Sherlock Holmes o la serie en la que dirigió más capítulos: Conan, el niño del futuro, ya con toda su artillería miyazakiana: el sueño de volar, naturaleza y religión, niños, futilidad y destrozo de las guerras, importancia de la tradición cultural, complejidad psicológica de los personajes, la matriarca... En fin, sin desmerecer al resto de creadores, yo me atrevo a comparar a Miyazaki con titanes como Kurosawa, no digo más. Si eres un fan absoluto, no te puedes perder un libro fundamental: El mundo Invisible de Hayao Miyazaki, de Laura Montero, donde se desgrana cada creación hasta niveles casi fractales (ya sea la película en su conjunto, un escenario, un personaje, una habitación, qué se yo, es increíble).

Por contar algo más para los neófitos, en Ghibli, un sólo tío -el director- lleva el peso y control de toda la Producción. Así funcionan. No beben de otras fuentes ni tiene consejeros. Sólo se ve la visión del director, tal cual, aunque para ello dedique años a una sola película, por eso tienen ese sello tan peculiar. Miyazaki no sólo crea fantasía y la ficción, tiene "otras películas" como Mis vecinos los Yamada (casi una comedia) o incluso Ocean Waves o Susurros del Corazón, en las que participó activamente, películas ya de cierta complejidad emocional y toques dramáticos. Miyazaki también es sutil y complejo. Pero reconozco que me gusta más, como a vosotros, el "Hayao" fantástico y sci-fi. ¿Conocéis un vídeo musical para el que hizo un corto?: "On your Mark" ponedlo en youtube...

Dicho todo esto -¿se nota ya que soy fan? jajaja-, el sábado nos escapamos mi mujer y yo a un cine pequeñito, de los de barrio, a saborear con alegría y no menos pena la nueva y última obra de Miyazaki, que no es una peli para niños, ni lo pretende, y no es fantástica, ni lo pretende. Aunque no me negaréis que ha metido niños y fantasía también. Es ya una obra maestra, en la que de nuevo muestra su sensibilidad hacia la tradición y naturaleza que se pierden con el paso de las generaciones, el sueño de volar y el niño que llevamos dentro, en fin, chapó. ¿Un poco lenta? bueno, la parte dramática lo es, ¿muy onírica?, no sería "marca Miyazaki" si no lo fuera, ¿poco crítica con la guerra?... ¿en serio? si en más de una ocasión dice que construye aviones para cumplir un sueño...o algo así. Que si quieren que vuelen mejor y pesen menos, que quiten las armas, etc. Cierto es que diseñó el avión Zero y sin duda Pearl Harbour desencadenó la caída bomba atómica, que supera las peores atrocidades imaginables, pero no se le puede echar la culpa directa a Jiro... Y la historia, sin caer en los spoilers, no me digáis que no os pone los pelos de punta, la parte del hotel, el amor a primera vista, las escenas de la noche de bodas, se masca... No sigo... el tiempo pondrá las cosas en su sitio.

Curiosamente, me vienen a la mente las escenas finales de los créditos; los escenarios vacíos (también marca M.) y sin embargo tan "vivos" incluso sin gente, mientras suena la estupenda música de Joe Hisaishi...

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