Nota: 5,5
Los virus son difíciles de controlar. Sólo hace falta cierta calidez y acogimiento para que tomen confianza, se reproduzcan y acaben por infectar a sus huéspedes de forma irreparable. En cuanto a la nueva serie del devaluado canal SyFy, Helix, por mucho que su apariencia y planteamiento evoquen desde un principio al clásico de John Carpenter, La Cosa (The Thing), tenemos que remontarnos 10 años atrás para encontrar el origen de la pandemia en una isla desierta del Pacífico. Porque la ficción glaciar nos llega de la mano de Ronald D. Moore, creador del indiscutible remake de Battlestar Galactica, pero evidencia de forma alarmante que una de sus cabezas pensantes es Steven Maeda, productor de nuestra querida Perdidos, de la que toma sin pudor sus cliffhangers, golpes sonoros estratégicamente situados, ocultación deliberada de información y cierta sensación incómoda de vacile, apenas respaldada por un elenco demasiado preocupado por sobrevivir y solucionar sus traumas sentimentales.
En principio, cuesta apreciar los paralelismos entre Helix y la finalizada serie de J.J. Abrams si sólo atendemos a su argumento, centrado en un equipo de virólogos del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) que acuden a unas instalaciones secretas del Ártico ante el estallido de una misteriosa infección en uno de sus laboratorios. Hay que acudir al estilo narrativo, tanto en el tramposo guión como en su efectista montaje, para que el espíritu de Lost nos deje apreciar que, en realidad, no dejamos de estar ante la exploración de la última de las estaciones Dharma; de sus misterios, peligros y fantasmas, cuya resolución se complica gracias a personajes que callan más de lo que deberían y a triángulos cuartetos amorosos más propios de una soap opera que de un thriller vírico al uso.
De buenas a primeras, no termina de quedar claro por qué el protagonista de la serie, el científico Alan Farragut (Billy Campbell), es el indicado para contener la infección cuando su hermano, el líder de la investigación comprometida, es el primer portador de la enfermedad. Dejando a un lado conflictos ético-morales, la respuesta la encontramos en la necesidad de crear cierto trasfondo en los personajes con el único recurso de "tal se acostó con tal" o "nosequién estuvo saliendo con nosequién". Se trata de una dinámica que lastra sobremanera el tono del episodio doble de debut, dirigido con seriedad y firmeza por Jeffrey Reiner (próximamente a cargo del piloto de 12 Monos, la serie), pero incapaz de sobreponerse a las carencias del libreto. Por ejemplo, tampoco entendemos por qué desde la estación solicitan la ayuda de los protagonistas si luego se dedican a ponerles trabas para todo. Bueno sí, porque entonces no tendríamos serie.
Si la ficción falla en situar a sus personajes sin salir de tópicos como el militar con una misión secreta, la becaria enamoradiza o la científica gordita y friki, divididos entre los que fruncen el ceño por no tener ni idea de que sucede y los que muestran una sonrisa picarona, conocedores de más información de la que revelan y contestando a las preguntas con silencios como respuestas, donde verdaderamente falla es en su aspecto más dinámico. Me refiero a su faceta de thriller terrorífico, en el que los portadores del virus acechan por los conductos de ventilación cual Aliens de segunda mano y se mueven con la agilidad propia de un Spider-Man con tres copas de más. Mención aparte merecen las recreaciones de los agresivos animales de laboratorio que utilizan en la base como sujetos de pruebas, cuyo máximo exponente llega con la forma de una rata caníbal con más ordenador encima que un Transformer.
Por lo menos, donde se le pueden poner pocos reparos a Helix es en su aspecto más visual (dejando la rata a un lado), en el que la ausencia de exteriores se justifica con la localización de la historia y se compensa con varios planos semi-estáticos del exterior de la base. De hecho, su dignidad material es la única razón que justifica un visionado por encima del desastre del relato, y muchos podrán apoyarse en ella para encontrar en la nueva propuesta de SyFy su primer guilty pleasure de 2014. Para el resto, aquellos cansados de que un asiático vacilón (Hiroyuki Sanada, más conocido como Dogen) les tome el pelo con desinformación deliberada, o los que sean más selectivos a la hora de asignar su ración semanal de rayos catódicos, Helix está destinada al cajón del olvido en beneficio de propuestas coetáneas mucho más interesantes como True Detective, el auténtico hit televisivo del nuevo año.
De buenas a primeras, no termina de quedar claro por qué el protagonista de la serie, el científico Alan Farragut (Billy Campbell), es el indicado para contener la infección cuando su hermano, el líder de la investigación comprometida, es el primer portador de la enfermedad. Dejando a un lado conflictos ético-morales, la respuesta la encontramos en la necesidad de crear cierto trasfondo en los personajes con el único recurso de "tal se acostó con tal" o "nosequién estuvo saliendo con nosequién". Se trata de una dinámica que lastra sobremanera el tono del episodio doble de debut, dirigido con seriedad y firmeza por Jeffrey Reiner (próximamente a cargo del piloto de 12 Monos, la serie), pero incapaz de sobreponerse a las carencias del libreto. Por ejemplo, tampoco entendemos por qué desde la estación solicitan la ayuda de los protagonistas si luego se dedican a ponerles trabas para todo. Bueno sí, porque entonces no tendríamos serie.
Si la ficción falla en situar a sus personajes sin salir de tópicos como el militar con una misión secreta, la becaria enamoradiza o la científica gordita y friki, divididos entre los que fruncen el ceño por no tener ni idea de que sucede y los que muestran una sonrisa picarona, conocedores de más información de la que revelan y contestando a las preguntas con silencios como respuestas, donde verdaderamente falla es en su aspecto más dinámico. Me refiero a su faceta de thriller terrorífico, en el que los portadores del virus acechan por los conductos de ventilación cual Aliens de segunda mano y se mueven con la agilidad propia de un Spider-Man con tres copas de más. Mención aparte merecen las recreaciones de los agresivos animales de laboratorio que utilizan en la base como sujetos de pruebas, cuyo máximo exponente llega con la forma de una rata caníbal con más ordenador encima que un Transformer.
Por lo menos, donde se le pueden poner pocos reparos a Helix es en su aspecto más visual (dejando la rata a un lado), en el que la ausencia de exteriores se justifica con la localización de la historia y se compensa con varios planos semi-estáticos del exterior de la base. De hecho, su dignidad material es la única razón que justifica un visionado por encima del desastre del relato, y muchos podrán apoyarse en ella para encontrar en la nueva propuesta de SyFy su primer guilty pleasure de 2014. Para el resto, aquellos cansados de que un asiático vacilón (Hiroyuki Sanada, más conocido como Dogen) les tome el pelo con desinformación deliberada, o los que sean más selectivos a la hora de asignar su ración semanal de rayos catódicos, Helix está destinada al cajón del olvido en beneficio de propuestas coetáneas mucho más interesantes como True Detective, el auténtico hit televisivo del nuevo año.
1 COMENTARIOS:
Sublime!! Jajaja, yo la seguiré viendo sólo por el parto de culo que es
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