Crítica de cine: 'Kon-Tiki'

Crónica de una hazaña vikinga en pleno siglo XX



Nota: 7

Lo mejor: una vocación generalista que no confunde el tono familiar con un acercamiento blando a la historia.
Lo peor: que tarda en arrancar.

Los vikingos eran malos navegantes. Cualquiera que se haya interesado un poco por sus costumbres -o haya visto la reciente serie Vikings- lo sabe. Por eso es especialmente llamativo que fueran sus descendientes, a mediados del siglo XX, los que consiguieran realizar una de las proezas náuticas más colosales que haya conocido la humanidad. Hablamos del viaje que realizó en 1947 el navío Kon-Tiki, una hazaña consistente en el recorrido de 8.000 kilómetros en mar abierto, sobre una balsa de madera y a la merced de los elementos y las criaturas marinas, sin ningún avance de la técnica moderna más allá de una vieja radio y un puñado de mapas sin timón con el que ponerlos en práctica. Su artífice fue el investigador Thor Heyerdhal, tan entusiasta y valiente como para convertise en el capitán de esta tripulación de lunáticos a pesar de que, en su desconocimiento del mundo marino, este inconsciente llegara al extremo de no saber siquiera nadar.

Lejos de la oscuridad del thriller noruego tan de moda actualmente, popularizado por la saga Millenium y perpetuado por títulos aún más recomendables como Headhunters, sino que rebosando luz y épica por los cuatro costados, Kon Tiki llega a nuestro país con el habitual retraso, más de 15 meses después de su estreno original y tras haber sido nominada al Oscar de Mejor Película Extranjera a comienzos de año. No ganó, honor que fue para la superior Amour, pero tampoco le hizo falta. Y es que esta historia ya tiene su propio dorado, obtenido en 1951 gracias al documental del mismo título que grabaron los propios tripulantes de la balsa durante su periplo, por no hablar de los 50 millones de copias que lleva vendidas la novela autobiográfica en la que se basa la película, más que suficientes para constatar la leyenda.

Dicha historia es la de Thor Heyerdhal (Pal Sverre Hagen), un explorador y naturalista que en 1947, tras pasar una década estudiando in situ las tribus de Oceanía junto a su esposa, realizó un descubrimiento lo suficientemente relevante para el mundo científico como para arriesgar su vida intentando probarlo: que los sudamericanos, 2000 años atrás, fueron los primeros pobladores de la Polinesia en un arriesgado viaje dirigido -según la leyenda- por el diós inca Kon Tiki. La única forma de que la comunidad científica creyera su teoría fue realizar la travesía él mismo, para lo que se agenció los servicios de un ingeniero, Herman Watzinger (Anders Baasmo Christiansen o "el Philip Seymour Hoffman noruego"), receloso a la hora de usar los mismos materiales que antaño para construir la embarcación, así como de una tripulación de cinco fieles inconscientes, entre los que se encontraba un camarógrafo con el rostro de ese robaescenas llamado Gustaf Skarsgard (Floki en Vikings y hermano en la vida real del también actor Alexander, así como hijo de Stellan).

Es una vez el protagonista toma la decisión de emprender el viaje, lo que lleva algún minuto de metraje más de la cuenta durante el primer acto, cuando comienza realmente "la experiencia Kon Tiki". Porque si La Vida de Pi, con un planteamiento similar al centrar el protagonismo en un puñado de personajes a la deriva en alta mar, se mostraba como un viaje eminentemente espiritual, el de esta cinta es más físico y terrenal, aunque también orientado hacia la supervivencia. Y es que según avanza la travesía, el desgaste no tarda en hacerse visible en los rostros y cuerpos de los protagonistas, afectados por el sol, el salitre y la ausencia de una peluquería; pero sobre todo se nota en sus psicologías, con el florecimiento de traumas cosechados en la cercana Segunda Guerra Mundial, de inseguridades ante la progresiva podredumbre que se va comiendo la balsa y de, simple y llanamente, sobrecogimiento ante la plena consciencia de la locura en la que se han embarcado.



Una vez vista la cinta no cuesta nada entender por qué Disney ha elegido para llevar a cabo Piratas del Caribe 5 a la pareja de realizadores Joachim Ronning y Espen Sandberg, definitivamente alejados de un debut tan olvidable como lo fue Bandidas allá por 2006. Por supuesto, no es lo mismo encargarse de una superproducción de 200 millones de dólares que de un drama noruego presupuestado en 15, pero la utilización que hace la pareja del propio mar como foco de la aventura, retratándolo incluso como un villano todopoderoso frente a los cada vez más desmoronados protagonistas; o de su cambiante climatología y de la fauna que lo puebla, regalándonos escenas como la caza a pelo del pequeño tiburón, se convierten en el valor añadido que esta historia de superación al uso pedía a gritos. Todo ello rodado además a pleno mar abierto, sin utilizar decorados acuáticos ni piscinas climatizadas, como la mejor forma posible de homenajear a los últimos vikingos que entraron en la historia a base de cabezonería y agallas.

A continuación os dejo el documental original completo:



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1 COMENTARIOS:

Anónimo dijo...

ESTA PELI ES UN TRUÑO

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