Nota: 4
Conspiraciones religiosas, grandes secretos escondidos por los nazis, códigos en clave y la búsqueda de un tesoro conforman la nueva propuesta del canal ABC, que nos trae de vuelta a Anthony Edwards tras la despedida de la mítica Urgencias de la mano de un viejo amigo de los planes misteriosos, Paul T. Scheuring, creador de Prison Break. Estrenada la semana pasada, la ficción se enmarca dentro de la fiebre por los thrillers de conspiraciones con tintes históricos que recientemente ha asaltado al mundo literario, donde un erudito protagonista se verá, sin comerlo ni beberlo, en el centro de una enrevesada trama con siglos de antiguedad destinada a preservar un secreto que podría desencadenar el fin del mundo tal y como lo conocemos. Pero, ¿aspira Zero Hour a algo más que a ser la serie favorita de Iker Jiménez? Descúbrelo en nuestro análisis tras el salto.
Zero Hour no ofrece nada que no hayamos podido ver en incontables telefilmes de sobremesa, aventuras gráficas o superventas literarios en su relato de la historia de Hank, el editor de una revista de misterio que se topa con uno de ésos casos sobrenaturales de primera mano cuando su mujer Laila (Jacinda Barrett), dueña de una tienda de relojes, es secuestrada por un famoso terrorista. El captor busca un antiguo artefacto que contiene la clave de un secreto largamente guardado por la iglesia -como vemos gracias a los ya imprescindibles flashbacks- y que podría tener relación con la llegada del anticristo, la creación de clones, un gran tesoro o todo al mismo tiempo.
Ése es el principal problema de Zero Hour, que en su afán por evitar la redundancia en un género sobrexplotado durante los últimos años ha intentado elaborar una amalgama de tramas y giros enmarcados dentro del misterio capaces de saturar a cualquiera. La ristra de clichés y tópicos que se van sucediendo hacen ininteligible la dirección a la que pretende guiarnos la serie y provocan que sea, muy a su pesar, uno de esos caprichos culpables que generan carcajadas involuntarias entre sus sectarios con nombre de cabalgata del Carnaval de Tenerife, los Rosacruces; sus niños diabólicos y algún clon que otro vestido de nazi.
Desde luego, la propuesta no se ve nada beneficiada por la endeble tarea de Edwards que, con un rol protagonista dentro de un reparto bastante más limitado que el de su serie más ilustre, no acaba por dar la talla, dejando al Ben Gates de Nicolas Cage en la saga La Búsqueda a la altura de Indiana Jones en cuanto a carisma se refiere. Seguramente, que se lo tome tan en serio cuando su personaje edita una publicación con hombres lobo en la portada tampoco ayuda. El que levanta un poco la media interpretativa de la función es el sueco Mikael Nyqvist (Millenium, Misión Imposible IV), que hace lo que puede con la némesis de baratillo que le ha otorgado el guión aportando un poco de energía a la rivalidad con el protagonista.
De todas formas, por mucho que Zero Hour se acerque más al ridículo que a la tensión e intriga propia de los buenos thrillers de misterio, una factura técnica al límite de la corrección puede resultar suficiente para el amante de las consparanoias al que no le importa que le vuelvan a contar una y otra vez la misma historia cambiando el nombre de la organización secreta de turno y la naturaleza del venidero apocalípsis. Eso sí, sin hacerse ilusiones, ya que el piloto debutó el día 14 con la peor marca de la historia para el
estreno de una serie en el canal ABC, incluso por debajo de los números
que hizo el año pasado la ya cancelada Last Resort, lo que podríamos traducir en 12 episodios y gracias.
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