Crítica de cine: 'Bestias del Sur Salvaje'

Amelie en el pantano


Nota: 5'5

Lo mejor: el prólogo y la actuación de la niña protagonista.
Lo peor: casi todo lo demás. 

Bestias del Sur Salvaje comienza llevándonos a un paisaje desolador. Chabolas y caravanas prácticamente destartaladas, y en medio de ese estercolero, una niña llamada Hushpuppy (Quvenzhane Wallis). Pronto comenzamos a escuchar sus pensamientos sobre el lugar donde vive y los animales que le rodean, a los que no entiende. Para pasar a otro escenario diferente, ella con su padre en un bote, observando unas fábricas al otro lado del pantano. “¿No es feo eso de ahí?” le pregunta el hombre; “Nosotros vivimos en el sitio más bonito del mundo”. Y una vez más, la voz en off de la niña acompañada ahora de la potencia visual que desprenden las imágenes de una celebración típica de la isla, con sus habitantes bebiendo, riendo y bailando al ritmo de música irlandesa.

Esa introducción – que concluye con la imagen congelada del póster, la niña corriendo mientras sujeta fuegos artificiales - es suficiente para que el espectador recopile la información necesaria sobre el entorno en el que viven los protagonistas; perfilándose así la tónica general que va a seguir la cinta hasta el final. Benh Zeitlin, su director, establece un contraste demasiado simplista entre lo industrial de la cultura capitalista y la manera de vivir despreocupada y enraizada en la naturaleza, que ostentan sus personajes (la escena en que Hushpuppy y su padre contemplan malhumorados el humo maligno que despiden las chimeneas de las fábricas al otro lado del pantano, no es más que un ejemplo de esto). 


Aún con todo, y esto es algo extensible al resto del filme, el prólogo de Bestias del sur salvaje únicamente demuestra la capacidad de su director para encandilar al espectador por la vía de lo visual. Ayudándose de un talento como el de Ben Richardson en fotografía, consiguen ambientar la historia de tal manera que resulta difícil apartar la mirada. Pero no hay que olvidar que la esencia de un filme como éste oscila entre el uso del realismo mágico y las alusiones al escenario post Katrina del sur de los EEUU. Es por ello, que la conjunción de todos estos elementos (y los que veremos a continuación) dan lugar a que Bestias del sur salvaje se enmarque más en una vacua estética instagramera que en la voluntad de denunciar una situación de catástrofe que se podía haber evitado.

Pues como ya he adelantado, uno de los fallos que condenan un filme como éste al pozo de los cocodrilos, es el empeño del director por querer dotar a la historia de un realismo mágico totalmente impostado. Se persigue disfrazar lo incómodo de un ambiente de pobreza en algo encantador y atrayente para el grueso del público, representando el paisaje como si fuese idílico, y apelando así al exotismo que despierta este entorno y la actitud de sus habitantes en el espectador occidental acomodado. Prácticamente son retratados como ‘la resistencia’ frente al resto de la sociedad que ha pasado por el aro del consumismo. Tampoco ayuda el hecho de que Zeitlin haya decidido convertir a su pequeña protagonista en la narradora oficial de la historia. A medida que avanzan los hechos, se hace patente el desajuste lógico entre su condición de analfabeta, su corta edad y las peroratas filosóficas que recita cada poco. Bestias del Sur Salvaje transita peligrosamente entre el lirismo y lo absurdo. Naufraga entre la profundidad del ambiente poético que pretende evocar y lo ridículo del vacío que termina imponiéndose, adoptando una sensiblería forzada para camelarse al espectador.


Confieso que esta película me ha dejado sensaciones contradictorias. Por una parte, no se puede dudar del nivel de las actuaciones de Quvenzhané Wallis y el encargado de interpretar a su padre (Dwight Henry), así como las del resto del elenco, que aportan autenticidad y frescura al filme y constituyen uno de sus pilares maestros. Igualmente, es innegable que el filme presume de una buena factura técnica y una visión lograda y particular (voy a evitar decir ‘indie’ pues creo que hoy en día ya es un término que ha perdido el sentido). Sin embargo, tras su espesa capa de maquillaje, la ópera prima de Benh Zeitlin no soporta demasiadas relecturas. Y termina revelándose como una fábula ligera que busca lograr un impacto emocional en el espectador a base de forzar recursos. 

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1 COMENTARIOS:

Paulo Kortazar B. dijo...

Esa representación idílica del mundo rural frente a la industrialización fue muy común durante el siglo XIX, sobre todo en los románticos que explotaron mucho el regreso de la humanidad a un estado primario - cosa que en realidad no era sino añoranza del régimen antiguo. Por lo que dices parece que es otro de estos (como los de los vampiros) que no se da cuenta de que lo que hace se invento hace mucho tiempo.

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